viernes, 29 de diciembre de 2023

En 2023...

Mi esperadísimo resumen del año, que el año pasado no hice y me estoy dando cuenta ahora. (Probablemente ya me di cuenta hace tiempo y se me olvidó).

En 2023:

  • En el plano laboral, seguí trabajando como ingeniero de estrés de tuberías y la empresa me hizo indefinido, quizá es una noticia importante pero fue un poco agridulce por cuanto no vino acompañada por subida salarial ni nada parecido.
  • En el plano sentimental, tampoco hay novedades, sigo con Pau, vivimos juntos y estamos bien.
  • En cuanto a estudios, en 2022 empecé a estudiar serbio por mi cuenta; este ha sido el año en el que me he apuntado a clases regulares (online, por supuesto). Por ahora, es lo único que estudio, quiero empezar a aprender un poco más de ruso pero no me veo con demasiado tiempo.
  • Sobre amistades, he visto poco a mis amigos, la verdad. Sigo quedando de manera regular con Antonio y con Dani; además, al menos una vez al mes quedábamos para cenar el grupito kink. No lo hemos hecho desde septiembre, pero ya estamos planeando otra cena.
  • Viajamos dos veces a Andalucía, en marzo y en noviembre. En marzo, además, fuimos un día a Sevilla para hacer un poco de turismo, y quedamos con mi amigo Miguel.
  • En noviembre estuvimos cinco días en Belgrado, como conté en este mismo blog, y volvimos muy contentos. Conocimos una ciudad muy agradable, una sociedad acogedora, y desvirtualicé a Aleks y su novio Đole, que nos hicieron de guías en un par de ocasiones. Fue un gran viaje.
  • Por desgracia, ha sido el primer año desde 2017 que no he visto a Aitor. Espero verlo el año próximo.
  • Vi a Fede dos veces: cuando fuimos a Valencia en junio, y cuando vino él a Barcelona en septiembre. También vi a Fran un día de enero que vino a Barcelona, y a Cristòfol en agosto.
  • Fui bastante a la playa al principio del verano, pero a mediados de agosto caí enfermo con una neumonía que me tuvo dos semanas sin poder hacer ningún esfuerzo y apenas salí de casa, así que no volví a ir.
  • Me cambié de gimnasio en abril y estoy un poco más contento, pero sigo peleándome con la forma de mi cuerpo y a veces pierdo la esperanza de volver a verme bien.
Como siempre, si recuerdo algo más lo añadiré. Ya haré otro textito con lo que preveo o me gustaría hacer el año próximo, si me veo de humor para hacerlo :)

sábado, 25 de noviembre de 2023

Crónica del viaje a Belgrado (final)

El miércoles fue el día que nos despedíamos. Nos levantamos temprano (bueno, como siempre), fuimos a desayunar, y luego habíamos quedado con Aleks en una cafetería cerca de Crveni krst para despedirnos. De allí fuimos al centro, porque en el último momento decidí comprar el libraco gordo, y fuimos al hotel a terminar de hacer las maletas y hacer el check-out.

Una vez hecho el check-out, nos dirigimos a Mercator para comprar las cosas que nos queríamos llevar a casa: dulces, una mermelada de ciruela muy rica (pekmez) y Pau quería comprar rakija para su padre, pero no vimos allí ninguna que mereciera la pena, todo eran botellas grandes (y muy caras). Como ese día nos habíamos sacado el bono diario del autobús, a la vuelta nos paramos delante del Palacio de Serbia, un bonito edificio socialista donde estaba el Consejo Ejecutivo Federal de Yugoslavia, antes de proseguir el camino al hotel.

Otras letras de pueblo, pero estas dicen Ја волим Србију, que significa "me gusta Serbia" o "quiero a Serbia".

Dejamos nuestras compras en el hotel y buscamos algún sitio de comer en el centro. Nos decidimos por un lugar llamado Mihailo, que parecía bastante orientado a turistas, aunque todo lo orientado a turistas que puede estar en una ciudad que apenas tiene turistas. Comimos de nuevo comida tradicional, aunque esta vez no nos llenamos tanto; después de la comida fuimos a comprar unas bolas de masa rellenas, llamadas gomboc (también llamadas knedle) que nos había recomendado Aleks, y que hay de diferentes sabores, aunque la tradicional es la de ciruela.

Los gomboc: los dos de arriba son los dos tradicionales de ciruela; los de abajo son uno de pistacho y el otro de chocolate y cereza.

Poco más quedaba por hacer; al final no fuimos a cambiar dinero, porque apenas llegábamos a 5 euros en dinares y contamos con volver, así que los gastaremos. Dado que los autobuses de línea iban abarrotados al aeropuerto, decidimos ir en VTC, lo cual nos salió a un precio bastante razonable (no llegó a 18 euros), incluso pasando por un atasco a la salida de la ciudad.

El vuelo de vuelta, con Wizz Air, no tuvo nada reseñable, salvo que se cargaron mi maleta y aún estoy esperando respuesta a la reclamación que les puse.

En definitiva, espero que os haya gustado tanto la crónica como a nosotros el viaje. Vratićemo se!

Волимо Србију!


viernes, 24 de noviembre de 2023

Crónica del viaje a Belgrado (4ª parte)

El martes por la mañana el plan era cruzar el río. Así que desayunamos, como todos los días, y después de visitar una librería anticuaria que había junto al hotel, cruzamos a pie el puente de Branko para pasar a Novi Beograd.

Novi Beograd es una extensa parte de la ciudad que fue construida durante la época socialista. Se nota mucho en su arquitectura, típica socialista de grandes bloques residenciales, mientras que en el centro de la ciudad y aledaños los bloques son más pequeños y bajos; además, el urbanismo de Novi Beograd es con trazado en damero. Una vez allí pasamos por el Štark Arena, donde se celebró Eurovisión en 2008 (aunque por entonces se llamaba Beogradska Arena), y nuestro destino final fue el centro comercial Mercator.

El Štark Arena, donde se celebró Eurovisión en 2008. Welcome to the Belgrade!

Otro bonito edificio socialista, el Departamento de Extranjería (Управа за странце).

Que dirás tú, ¿para qué vas a un centro comercial? La cuestión es que tanto a Pau como a mí nos gusta ir a centros comerciales para ver los diferentes productos que hay, las cosas que no encuentras en casa... y fue interesante, sobre todo el pasillo de los dulces, el de los refrescos o el de los embutidos. También es de reseñar que nada más subir la escalera mecánica nos encontramos a un señor en un stand promocionando unas viviendas de superlujo no recuerdo muy bien dónde, pero claramente orientadas a gente con mucho más dinero que el común de los mortales.

La canción Nobl de Konstrakta dice "desde mi terraza veo la Torre Genex, cuando la veo me da miedo caerme de ella; desde mi terraza también veo una iglesia, con cúpula, cupulita y dos cruces doradas".

Desde ahí cogimos el autobús para ir a Zemun, un pueblecito muy típico que hoy pertenece a Belgrado pero que siempre ha tenido una personalidad propia. Eso sí, lo vimos todo cerrado y en internet encontramos que ese día era el día de Sveti Petar Cetinjski y suponemos que celebraban algún tipo de festivo. Vimos por fuera la Torre Gardoš, una torre memorial construida por los húngaros en el siglo XIX para conmemorar cien años de presencia húngara. Dimos un paseo por la orilla del Danubio, vimos cisnes en libertad, y acabamos almorzando en un restaurante de comida serbia llamado Ćiri bu ćiri ba allí mismo, en Zemun. La comida estaba espectacular, y la atención fue estupenda; nos pedimos una sopa y una ćorba para empezar, y luego una tabla de quesos serbios, una ración de chucrut y una parrillada de plato principal. Aunque la parrillada era para una persona, acabamos muy llenos.

Vista de Zemun y del Danubio desde el promontorio donde está la Torre Gardoš. Al fondo, Belgrado.

La Torre Gardoš, que por un lado es redonda y por el otro cuadrada.

El Danubio de los cisnes o algo así era.

Los quesos, el chucrut y la parrillada para una persona.

Después de la comida no teníamos muchas más ganas de seguir siendo adultos funcionales sino solo de hacer la digestión, así que volvimos al hotel. Descansamos un poco, dimos luego un paseo corto por la calle Makedonska, y teníamos de nuevo hora para el spa. Cenamos en el mismo asiático del lunes, y planeamos el último día antes de irnos a dormir.

Sigue en la última parte.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Crónica del viaje a Belgrado (3ª parte)

El lunes, como cada día, nos levantamos y nos fuimos al buffet de desayuno del hotel, del cual no he dicho nada, pero era bastante bueno: variado y delicioso. La única pega es que tanto el lunes como el martes tenían puesto un hilo de canciones bachata/cumbia de calidad bastante dudosa. Tras el desayuno, fuimos a la zona de Zvezdara, donde habíamos quedado con Nemanja, mi profesor online de serbio.

Por cierto, si estáis aprendiendo serbio (o croata, o bosnio), os lo recomiendo. Por aquí os dejo su web. Sigo con la crónica.

El problema principal era el transporte público. Belgrado es una ciudad que no tiene metro; está proyectado, pero aún no ha comenzado su construcción. El transporte público consiste en autobuses, trolebuses y tranvías, que cubren toda la ciudad y además son muy baratos (un viaje sencillo 50 dinares = 0,43 €, el billete de un día completo 120 dinares = 1,03 €), pero no se caracterizan por su puntualidad: el tiempo de espera que indica la aplicación en tiempo real puede multiplicarse por dos o por tres. De hecho, el tranvía que queríamos coger se fue cuando llegábamos a la parada y para el siguiente quedaban unos 20 minutos, así que tuvimos que improvisar una ruta alternativa y aun así llegar tarde.

Llegamos a la zona de Zvezdara, donde Nemanja nos esperaba. Con él dimos un paseo hasta el cerro donde está el observatorio; llegamos a entrar en el observatorio, de lo cual no estábamos muy seguros, pero él nos dijo que no había ningún problema, ya que conocía a gente que trabajaba allí y se lo había confirmado (las ventajas de tener contactos). Además, estando allí vimos a más gente que entraba de visita, así que nos tranquilizamos. Al salir, nos paramos a tomar algo en un chiringuito de por allí; probamos la Cockta (una bebida de cola con gusto herbal, muy rica) y tuvimos una interesante conversación también sobre la cultura y la política local.

Bonita vista sobre el Danubio desde Zvezdara.

Sobre las 13h Nemanja nos tuvo que dejar para ir a hacer sus cosas y nosotros caminamos. La idea era ir al Museo de Nikola Tesla, pero cuando llegamos había una cola bastante larga y el chico que había guardando la puerta nos dijo que volviéramos más tarde si no queríamos esperar la cola, que podían ser tres cuartos de hora o una hora. Al final nos fuimos y no volvimos, pero lo tenemos pendiente para la siguiente visita. Comimos por allí en un pequeño bistro, donde pudimos probar algunas especialidades serbias como la sarma, y nos volvimos en tranvía al hotel, pasando antes por una librería donde yo había encargado unos libros (de los cuales devolví uno porque me equivoqué al pedirlo, y tuve una comedia con los dependientes intentando hacer la devolución en serbio).

Esto es lo que comimos, pero no me pidas que te diga cómo se llama cada cosa porque solo recuerdo la sarma (arriba a la izquierda), que es col rellena.

Por la tarde, aunque anocheció muy temprano (sobre las 16.30) debido a la latitud y al cambio de hora, salimos en primer lugar a Correos, para enviar cuatro postales a amigos que nos habían pedido una postal. Fuimos primero a la oficina de Correos de Zeleni venac, que estaba muy cerca del hotel, pero muy escondida; entrar allí fue como retroceder unos 50 años en el tiempo, había dos empleadas para toda la oficina (aunque solo una atendía al público) y unas ventanillas con mampara de cristal que bien podrían haber estado ahí desde 1970. La mayoría de los clientes iban para recargar el móvil o pagar facturas, de modo que cuando nos tocó a nosotros y pedí (¡en serbio!) sellos para postales, nos dijeron que no les quedaban, así que nos emplazaron a ir a la oficina del centro, junto a Knez Mihailova. Suerte que estaba cerca; llegamos, pedimos los sellos, los pegamos y echamos las postales en un buzón que había en la puerta, del cual teníamos dudas de que estuviera en funcionamiento. Por suerte, un par de semanas después, los destinatarios nos confirmaron que habían recibido las postales (la paradoja de la era digital).

Ya que estábamos en el centro, hicimos un pequeño tour por las librerías (que hay muchas) buscando algo que quería traerme de Belgrado: un diccionario serbio monolingüe, de nivel básico o escolar, de esos que aquí se ven tanto para lengua castellana o catalana. No veíamos nada. En una librería donde preguntamos no entendían ni el concepto y nos preguntaron cuál era nuestra lengua nativa para ofrecernos un bilingüe. La última adonde fuimos, una pequeña librería junto al Studentski park, estaba atendida por una simpática librera que nos dio la clave: no existen los diccionarios monolingües básicos porque los niños en el colegio no usan diccionarios para la clase de lengua serbia (cosa que también me ha confirmado posteriormente Nemanja, mi tutor). Nos preguntó un Da li čitate ćirilicu? (¿lee usted cirílico?), porque supongo que no contaba con que un extranjero lo supiera leer, y entonces lo que nos pudo ofrecer es un diccionario de tres kilos y medio y más de mil páginas, un diccionario oficial, donde viene todo lo que es normativo, por 5000 dinares (42,74 €), un precio bastante bajo para la clase de diccionario que es.

El libraco de tres kilos y medio.

Personalmente, me recuerda al diccionario de la RAE de tapa dura que usaban en Cifras y letras.

Nos fuimos de allí sin el diccionario (lo compramos el miércoles, como ya os contaré) y volvimos al hotel, al menos con la tranquilidad de saber que no teníamos que seguir buscando algo que no existía. Teníamos hora reservada en el spa, al que no habíamos ido aunque nos correspondía una hora diaria en el precio del alojamiento, así que estuvimos allí y luego cenamos en un asiático que había junto al hotel, que era de lo poco que había abierto tan tarde. Viendo que estaban recogiendo mientras esperábamos la comida, preferimos decirles que lo pusieran para llevar y cenamos en la habitación.

Lo que hicimos el martes, en la cuarta parte.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Crónica del viaje a Belgrado (2ª parte)

Después de la visita a la Feria del Libro, volvimos caminando al centro, descansamos un poco en el hotel, y quedamos con mi amigo Aleks (al que conocía de Twitter e Instagram y desvirtualicé ese día) y su novio Đole. Primero estuvimos tomando algo en un pub de ambiente que daba la casualidad de que estaba frente al hotel, y allí nos propusieron si queríamos ir a una fiesta de Halloween en una sala cerca del río, a lo cual aceptamos. La música de la fiesta no era ninguna maravilla, mucha que yo no conocía y alguna de Rihanna, Christina Aguilera y artistas del momento. Posteriormente, Đole se fue a casa y Aleks nos llevó a una discoteca gay donde ponían turbofolk y música de Eurovisión y del PZE. Aquí sí que disfruté con la música, de la cual por cierto conocía mucho más que en la otra :D Angellina, Sara Jo, Filip Baloš... y la artista del momento, Jelena Karleuša. Nos gustó mucho el ambiente en la discoteca, no veías a gente muy borracha ni muy pasada y en general había muy buen rollo. Después de un rato allí, nos volvimos al hotel y fuimos a dormir, eran ya casi las 3 (que serían las 2, porque esa noche cambiaban la hora) y ya era demasiado para nosotros.

El domingo empezamos la visita turística por Knez Mihailova y el Kalemegdan, una zona verde bastante grande en un promontorio junto al río. Allí encontramos varios monumentos, como la fortaleza de la ciudad, y unas vistas impresionantes sobre los dos ríos que cruzan Belgrado.

La fortaleza detrás de unos dinosaurios, que suponemos que son parte de la fauna local de Belgrado

En primer término el río Sava, y de fondo el Danubio. Esa masa verde es la Gran Isla de la Guerra (Veliko ratno ostrvo).

Vista de Novi Beograd desde el Kalemegdan.

Desde ahí dimos un paseo por la parte vieja de la ciudad. Pasamos por delante de la Asamblea Nacional (Narodna skupština) y de un edificio grande de Correos, y luego fuimos a la Iglesia de San Marcos, junto al antiguo edificio de la RTS, bombardeado por la OTAN con 17 trabajadores dentro a los que asesinaron. A ellos los recuerda un memorial que hay al lado, una placa de mármol con sus nombres y coronada por la palabra ЗАШТО? (¿por qué?).

La Asamblea Nacional. Народна скупштина.

El edificio central de Correos. Главна пошта Србије.

El edificio de la RTS bombardeado por la OTAN en 1999.

El memorial con los nombres de los trabajadores asesinados por la OTAN con la palabra ЗАШТО? (¿Por qué?)

Después pasamos por Slavija, una gran plaza con una glorieta en su centro donde no hay nada turístico pero todos los residentes pasan por ahí a menudo; por algún desconocido motivo, el ayuntamiento ha colocado ahí (y no en otro lugar más turístico) las famosas letras de pueblo que ahora hay en todos los lugares para que los turistas se hagan fotos. Para nosotros era lugar de paso antes de llegar a la Catedral de San Sava. Es un templo enorme y muy bonito; muy lujoso por dentro (como suele ocurrir en las iglesias). Era mi primera vez en un templo ortodoxo y me sorprendió que no hubiera bancos, con lo cual las misas tienen que oírse de pie. En el centro de la sala había un puestecillo donde la gente hacía cola para rezar.

Las letras de pueblo en Slavija.

El exterior de la Catedral de San Sava.

El interior de la Catedral de San Sava.

Junto a la Catedral de San Sava se encuentra la Biblioteca Nacional, que me hubiera gustado visitar pero era domingo y estaba cerrada, así que será en otra ocasión. De allí hicimos marcha a la Casa de las Flores (Kuća cveća), donde está enterrado Tito, y junto al cual se encuentra el Museo de Yugoslavia. Este museo consta de dos edificios: el mausoleo de Tito, donde se encuentran enterrados él y su mujer, Jovanka, y a cuyos lados se encuentran dos salas con exposiciones temporales, y otro edificio largo donde se encuentra la exposición permanente. Me fue inevitable comparar este museo con el de la RDA en Berlín que visité en 2016, y aunque son museos con exposiciones bastante diferentes, el museo de Yugoslavia no parodia la vida en la época socialista, como sí hace el de la RDA. Me hubiera gustado que fuera un poco más decidido en su defensa de aquel tiempo, pero al menos no lo trata como una atracción de feria.

Aquí, visitando al compañero Tito.

Después de eso nos volvimos al centro y almorzamos en un restaurante en Skadarlija, donde pedimos comida serbia, aunque esta vez no en plan comida rápida. El restaurante se llamaba Šešir moj (Mi sombrero) y quizá la comida fue demasiado copiosa, aunque es de destacar que fuimos a una hora un poco tardía para el almuerzo (sobre las 4 de la tarde) y aquello tenía unas cuantas mesas de serbios que llegaron a la vez que nosotros, es decir, que no éramos los turistas desubicados con los horarios.

Descansamos un poco en el hotel y, por la noche, Aleks y Đole nos sugirieron de dar una vuelta con ellos por el centro, nos enseñaron Kalemegdan de noche y nos pedimos un helado, un plan estupendo, aderezado con una interesante conversación sobre política serbia.

Sigue en la tercera parte.

martes, 21 de noviembre de 2023

Crónica del viaje a Belgrado (1ª parte)

Bueno, aquí está mi esperadísima crónica del viaje a Belgrado.

Salimos el sábado por la mañana, para aprovechar desde el primer día de vacaciones. El vuelo era directo, Barcelona-Belgrado, comprado con Air Serbia, pero operado por Dan Air, es decir, que la tripulación ni hablaba castellano, ni catalán, ni tampoco serbio; solo inglés y rumano. La sorpresa es que nos dieron una botella de agua y un bocadillito sin coste, como hacía Iberia antiguamente, cuando era una compañía decente.

El bocadillo de pechuga de pollo y el agua, cortesía de Air Serbia.

Llegamos con retraso porque habíamos salido de Barcelona con retraso, poco menos de una hora. El cielo en Belgrado estaba encapotado, pero no llovía ni hacía frío; bajamos y el aeropuerto de Nikola Tesla tenía muy buena cara, entiendo que lo han renovado recientemente.

El aeropuerto Nikola Tesla de Belgrado y su reciente reforma.

Una vez en el aeropuerto, primero fuimos a comprar una tarjeta para el móvil, para tener internet mientras que estábamos allí. El puesto de la operadora móvil estaba en la misma zona de llegadas, junto a las cintas, así que fue muy conveniente, no hubo ni que buscarla. Fue nuestro primer contacto con serbios y fue una agradable sorpresa, la chica fue muy simpática y dicharachera y, aunque no pude hablarle en serbio porque rápidamente me respondió en un inglés buenísimo, la interacción fue positiva. No lo fue tanto la interacción con la señora de la agencia de cambio (menjačnica) que fue bastante más seca y que nos redondeó a la baja la cantidad de dinares que nos tenía que dar. Menos mal que íbamos con la lección leída y solo cambiamos lo estrictamente necesario para coger el autobús al centro, porque los tipos de cambio en el aeropuerto son realmente desfavorables.

El autobús al centro fue realmente una experiencia (no especialmente agradable, por suerte fue corta). El autobús, realmente un minibús de unas 10 plazas, iba tripulado por una conductora que solo hablaba serbio (y tampoco estoy seguro de eso) y que no parecía estar del todo allí, y una acompañante que le daba conversación y que hablaba algo de inglés por si acaso. Después de un viaje de unos 30 minutos en los que la conductora fue fumando todo el rato, el autobús nos dejó en Ekonomski fakultet, donde supuestamente no había una parada, pero nos bajaron a todos allí. A nosotros ya nos fue bien porque estaba mucho más cerca de nuestro hotel que la parada reglamentaria.

Tras un paseo cortito, de unos 15 minutos, a través de un par de calles empinadas (porque Belgrado tiene relieve) y de lo que parecía una redada policial en un supermercado, llegamos al hotel Amsterdam, donde hicimos check-in sin problemas. La chica de la recepción fue un amor y accedió a hablarnos en serbio y no en inglés, a pesar de mi falta de fluidez. Subimos a la habitación y descansamos un poco antes de salir a descubrir mundo.

Del hotel nos sorprendió su buena ubicación. Al no conocer la ciudad, elegimos el hotel un poco aleatoriamente, parecía estar relativamente cerca del centro y tenía buenas instalaciones. Lo que no sabíamos es que estaría en tan buen sitio: a cinco minutos caminando de Trg Republike y de Knez Mihailova, y justamente en Zeleni venac, un gran intercambiador de autobuses con un mercado enfrente, que quisimos visitar, pero al final no tuvimos la oportunidad.

Paseamos un poco por Knez Mihailova, donde nos sorprendió la cantidad de gente que había paseando por la calle, y que a pesar de haber pocos turistas, la gente no se sorprendía nada de vernos por allí y de oírnos hablar en un idioma forastero. Visitamos unas cuantas librerías que había por allí, y fuimos a cambiar el resto del dinero en efectivo: nos sorprendió que toda la ciudad (y, por lo que hemos visto en la tele, todo el país) está llena de oficinas de cambio, porque al parecer, aunque el dinar es la única moneda de curso legal y está prohibido comprar o vender en otra moneda, la gente suele utilizar mucho los euros, para grandes transacciones o guardar sus ahorros. Y los tipos de cambio que ofrecen estas oficinas es bastante bueno (sobre todo si sales de las calles más concurridas), diría que incluso mejor que el que nos daba Revolut, que ya era bueno. A la vuelta nos paramos a comer en un puesto de comida rápida y la comida acabó siendo un poco más pesada de lo que esperábamos, pero estaba muy buena.

Nos pedimos una ración de ćevapi cada uno, con sus papitas y su bebida.

Después de esto decidimos ir a ver la Feria del Libro de Belgrado (Sajam knjiga), que daba la casualidad de que se celebraba esa semana. Fuimos caminando: fue una media hora de camino, en la cual paseamos por la zona donde están las embajadas, ministerios y un edificio bombardeado por la OTAN que ahora está cubierto de un mural de propaganda incitando a los jóvenes a alistarse en el ejército serbio.

El hotel Moscú, muy conocido por su singular arquitectura.

El viejo edificio Generalštaba (Stara zgrada Generalštaba) y un mural propagandístico (al que le falta la parte izquierda).

Llegamos a la feria, un lugar enorme, con dos edificios y diferentes plantas con sus puestecitos y sus libros en exposición. Los libros estaban muy baratos, la mayoría por menos de 1000 dinares (8,5 €) y tampoco es que la feria estuviera precisamente vacía. Al final, cuando parecía que nos íbamos a ir sin comprar nada, a la salida pasamos por la Feria de la Educación que estaba en el pabellón contiguo y donde no había casi ningún visitante ya, y vimos un libro sobre verbos serbios que parecía interesante, por solo 800 dinares.

Mi nuevo libro de verbos serbios.

Enlace a la segunda parte.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Viaje a Belgrado y mi relación con el serbio

(Con el serbio-idioma, no con ningún hombre de etnia serbia).

Recientemente estuve en Belgrado y me gustaría hacer una crónica, pero no me apetece que sea un texto lleno de lugares comunes y tampoco tengo un conocimiento suficiente como para hacer un análisis sociológico serio, así que ya veremos lo que escribo.

Por otro lado, volví de allí bastante frustrado porque me costaba mucho hablar y entender a la gente y no veo que esté mejorando en estas dos disciplinas. He retomado mis clases online con mi profe (al que conocí en persona allí, por cierto), pero más por racionalidad que por genuinas ganas de continuar. Lo he hecho porque pienso que no debo tirar la toalla, pero emocionalmente quiero dedicarme a algún idioma que pueda aprender fácilmente. Quizá es que eso ya, a mis edades, no existe.

Pau sigue diciendo que he aprendido un montón en un año y que para ser una lengua eslava voy progresando muy bien, y debería fiarme de él porque para algo es eslavista. Simplemente yo no tengo otras referencias y mis sentimientos respecto a mi aprendizaje son un poco montaña rusa.

He pasado por estas etapas:

  1. Empiezo a aprender lo básico y me entusiasmo porque entiendo algunas letras de canciones que he cantado toda la vida.
  2. Pues no es tan difícil la gramática, lo de no tener artículos es una maravilla. Solo hay un pasado y solo hay un futuro, estupendo.
  3. Malditos aspectos verbales. Malditos posesivos. Malditos números. Malditos clíticos.
  4. Por qué no entiendo nada de lo que leo y oigo si llevo tanto tiempo estudiando. Por qué no soy capaz de decir una frase básica sin pensarla cinco minutos.
  5. Nunca voy a conseguir aprender esta lengua.
  6. A lo mejor con muchos años de estudio... y si no pierdo la paciencia antes...
Ahora mismo oscilo entre la 5 y la 6, según el humor del día y según lo que haya intentado oír y entender. Espero pasar más etapas y no quedarme ahí para siempre.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Series que envejecen mal: Friends y Cómo conocí a vuestra madre

Hoy voy a hablar de dos de mis series favoritas, Friends y Cómo conocí a vuestra madre.

El título quizá es demasiado duro: series que envejecen mal. Creo que la expresión no es del todo ajustada a lo que les pasa a estas series. No es que envejezcan mal, hoy en día se pueden continuar viendo y puedes seguir divirtiéndote con ellas. Pero no podemos negar que existen ciertos problemas con algunos de sus chistes o algunas de sus tramas.

Voy a hablar de las dos porque las dos me encantan y porque tienen paralelismos. Igualmente, se llevan unos trece años, y eso socialmente se nota. Quizá no en el grueso del argumento, pero sí en la manera en que se narran los acontecimientos, y sin duda en el humor. Y también voy a hablar de ellas ahora, en 2023, porque las estoy volviendo a ver, las dos, de principio a fin.

Antes de seguir, quiero advertir de que esto no es ni un ejercicio de revisionismo, ni es una cuestión de generación de cristal, ni nada de eso (cualquier comentario relacionado lo voy a rechazar y eliminar). Vivimos los tiempos que vivimos, y por suerte en justicia social hemos evolucionado. No porque algo fuera correcto en su contexto tenemos que hacer como si fuera aceptable hoy.

Voy a empezar con Friends, por ser la primera, la más antigua. Friends comenzó en 1994 y duró hasta 2004, diez temporadas en total, éxito de público y de crítica, blablabla. Qué voy a decir de la serie que no sepáis ya, todos la hemos visto mil veces, y los que no la han visto (porque no les gusta) saben de qué va.

¿Cuál es el problema de Friends? La estricta heteronormatividad obligatoria. Aunque la serie intenta estar al día en cuanto a la existencia de la homosexualidad, incluyendo en la trama la pareja formada por Carol y Susan, la verdad es que esto es meramente nominal. Toda aparición de cualquier elemento que se desvíe de la heteronormatividad es para ridiculizarlo:
  • Phoebe está casada con un hombre gay al que no ve nunca. Por supuesto, esto es normal en Phoebe, un personaje que está ahí para ser excéntrico. Las cosas que hace Phoebe nos hacen gracia por absurdas, así que dentro de lo que cabe esto es otra locura más de Phoebe. Este hombre gay, por supuesto, se gana la vida como artista, porque en los 90 los gays no podíamos dedicarnos a otras profesiones de personas normales.
  • Chandler tiene un padre que trabaja como transformista en Las Vegas y que, a juzgar por los testimonios del profundamente traumatizado Chandler, ya era transformista durante su adolescencia y se acostaba con hombres, lo cual Chandler saca a relucir cada vez que le apetece para que veamos lo dolido que está de que su padre no fuera normal. Chandler nos hace pensar que es normal avergonzarse de tu padre si es como el suyo. No sabemos si es por ser gay, por transformista, por todo a la vez, o porque no lo oculte.
  • Por supuesto, varias veces durante la serie se insinúa que Chandler le parece gay a la gente, lo cual es divertidísimo.
  • Ross, por supuesto, también está dolido por la homosexualidad de su expareja Carol. Esto puede ser entendible porque entran en juego los sentimientos que tienes hacia tu pareja y la tristeza de que se deshaga un proyecto de vida. Pero Ross en ningún momento muestra empatía hacia lo que puede haber pasado Carol. Por otro lado, tiene una extraña fijación en competir con Susan, la nueva pareja de Carol, y en demostrar en todo momento que él sí que es un hombre. Aun así, la homosexualidad femenina aparece representada con un enfoque mucho más permisivo que la masculina, y la propia serie se encarga de explicarnos por qué: cuando Rachel y Ross contratan a una niñera muy guapa de la que Joey se encapricha y luego resulta que su pareja es otra mujer, Joey resuelve la situación diciendo que es su sueño hecho realidad: los gays son objeto de risas, las lesbianas de deseo; pero ninguno de los dos casos se trata con normalidad.
  • Esto enlaza con que la mitad de los gags y chistes que hacen los tres personajes masculinos se basan en la asunción de heterosexualidad obligatoria: si se insinúa que cualquiera de los tres puede tener alguna desviación, si cualquiera de los tres hace algún gesto que pueda interpretarse como poco masculino, sensible o afectuoso hacia otro personaje masculino, aparecen las risas e, inmediatamente, el otro personaje implicado en la escena tiene que reafirmar que él no es así. Los tres personajes pueden adquirir cualquiera de los dos roles según la escena de la que se trate.
  • (Iré añadiendo cosas aquí si se me van ocurriendo).
Tengo mutuals en Twitter que alguna vez han tildado la serie de reaccionaria por estas cuestiones y la han equiparado a otras series como La que se avecina, que es claramente retrógrada en temas sociales, y que es mucho más clasista, homófoba y tránsfoba que el grueso de la sociedad. Friends no era reaccionaria: iba en la línea de lo que era normal en esa época e incluso podríamos decir que algo más avanzada, pues no era normal en series televisivas que apareciera, por ejemplo, una pareja de lesbianas o que se hablara abiertamente de otros personajes homosexuales (aunque en otras series anteriores ya hubiera ocurrido).

Paso ahora a Cómo conocí a vuestra madre, la que durante mucho tiempo ha sido mi serie favorita. He visto cada capítulo al menos cinco veces, me sé frases de memoria y si hablas conmigo no será raro que te relacione situaciones cotidianas con escenas de la serie. Eso es lo que más me gusta de la serie, la cantidad de escenas o situaciones que refleja y que tienen paralelismo con la vida de alguien que tiene entre 25 y 35 años (ya estoy fuera de ese rango de edad, pero cuando la vi estaba dentro).

CCAVM duró nueve temporadas, empezó en 2005 y terminó en 2014. También tuvo buenas críticas, aunque no tan buenas como Friends, y al principio hubo muchos que se apresuraron a compararlas o incluso a decir que CCAVM era una copia porque compartían algunos gags (como si Friends no se hubiera inspirado en Cheers, en Apartamento para tres y en otras decenas de series anteriores).

Y se nota que los temas sociales como la homofobia y los roles de género los tienen bastante más superados en CCAVM, sin que estemos hablando de ninguna maravilla, puesto que también falla en bastantes momentos, pero para lo que le podemos pedir a una serie yanqui de 2005 creo que es correcta.

CCAVM falla en dos cuestiones importantes: la misoginia de Barney y la mitificación del amor romántico.

Barney es un personaje parodia, una caricatura, un personaje al que han cargado con un montón de comportamientos inaceptables para poder reírnos de él. Ya era una parodia en 2005, pero verlo en 2023 es bastante doloroso y da vergüenza ajena.

El problema es que, en primer lugar, no todo el mundo tiene claro que Barney sea una parodia. Hay bastante público masculino heterosexual que considera que Barney es un triunfador y un tío que vive bien la vida; es uno de los problemas de crear una caricatura sobre un comportamiento que una parte de la sociedad no ve criticable. En segundo lugar, si su comportamiento es tan inaceptable, ¿por qué los protagonistas son amigos suyos? ¿No estaremos ante un blanqueamiento de la misoginia?

Al final de la serie, cuando Barney se casa con Robin, parece que estamos ante una redención del personaje, que sienta la cabeza y hace lo que debe con su vida, pero el último capítulo nos desvela que ese cambio solo es temporal y que vuelve a su vida anterior, aunque solo el nacimiento de su hija consigue hacer que siente la cabeza.

La segunda cuestión, que cuando vi la serie en 2005-14 no me llamó la atención pero ahora me resulta muy chirriante, es la mitificación del amor romántico. Ted, el protagonista, que al principio todos queríamos y después acabó resultándonos el más pesado e insoportable de la serie, personifica el amor romántico y todos los mitos tóxicos que nos han contado sobre él: que existe tu media naranja, que tienes que buscarla, que si diferís en ciertas cosas es porque la relación no tiene que ser... Los principios de Ted son incompatibles con una relación de pareja sana.

Por supuesto, no es el único personaje donde se muestra esta ideología predominante en la serie: Lily y Marshall son la pareja ideal, son a lo que todo el mundo debe aspirar, y desde luego, a lo que Ted aspira. Llevan juntos desde que se conocieron, apenas han tenido otras parejas (Lily sí, pero ninguna seria, y Marshall solo conoce a Lily), y coinciden en casi todo. Por otro lado, Robin es la encarnación de lo contrario. No puede tener una vida sentimental satisfactoria porque comete el error de anteponer su carrera y, precisamente por no dejarla de lado, no funciona su relación con Barney.

Quizá por eso fui de los pocos a los que les gustó el final de la serie. Quizá no es lo que te esperas, pero es mucho más realista. Es verdad que la serie te ha estado metiendo con calzador la ideología del amor romántico, que hay una media naranja, una persona para ti... pero la vida no funciona así. Y en el caso de Ted, esa persona tan buscada, esperada y elegida, Tracy, se muere, y Ted se ve en la situación de tener que rehacer su vida, en el sentido de relacionarse sentimentalmente con otras personas. Si solo existe una persona para ti, ¿por qué ibas a buscar a otra? Porque todo lo que Ted creía y predicaba sobre el destino y sobre the one es falso. Y al final rehace su vida con Robin, a pesar de todo lo que los diferenciaba y separaba, porque el amor no es un ideal de perfección al que estás (o no) destinado con alguien, sino que el amor se construye.

En definitiva, las dos son grandes series, las dos son muy divertidas y las dos tienen elementos que reflejan situaciones de nuestra vida cotidiana y por eso nos encantan. Pero no caigamos en el error de idealizarlas ni de normalizarles ciertos aspectos que hoy en día son inadecuados.

jueves, 5 de octubre de 2023

¿De dónde eres?

Es una pregunta muy sencilla, o al menos para mucha gente.

¿De dónde eres?

Para otras personas no lo es tanto.

Yo me incluyo en este último grupo. No quiero hablar por boca de todos los emigrantes, aunque me consta que muchos están en la misma situación que yo. Hablaré solo por mí y por mi experiencia.

No tengo problemas en considerarme emigrante (o inmigrante). Lo soy desde que aquella tarde de verano de 2008 cogí mi maleta y mi coche y me fui a Sevilla a trabajar. Estaba a hora y media de casa (o de la que había sido mi casa hasta entonces), pero era un lugar nuevo, con diferencias en los usos, costumbres, en el acento...

Al principio ni me lo pensaba. ¿De dónde eres? De Cádiz, o de San Fernando (Cádiz), depende del nivel de detalle que quisiera dar. No había más vueltas.

Con el tiempo, sin embargo, la situación cambia. Desarrollas tu vida en una ciudad, estableces vínculos con la gente y con los lugares que visitas. Y no solo me refiero a tu casa y al trabajo, sino a las avenidas, las calles, el río, los paseos, las tiendas, los restaurantes.

En 2011 fue la primera vez que empecé a dejar de tener clara la respuesta. Estaba pasando unas semanas por trabajo en Toulouse, y surgió la idea de hacer una pequeña excursión de un día a Rocamadour con una compañera y su novio. Estando allí nos cruzamos con una gente que hablaba castellano y nos preguntaron de dónde éramos. Mi compañera no se lo pensó y respondió por los tres: de Sevilla.

Yo sí que me quedé pensando. Porque hasta entonces siempre había sido de Cádiz sin planteármelo. Mi compañera no había dudado de que los tres fuéramos de Sevilla. Mi vida estaba en Sevilla, mi casa, mi trabajo, mi pareja. Ahí empecé a abrazar la idea de que yo también era de Sevilla. Aún tenía mucho que aprender de la ciudad y de su cultura, pero ni yo era un extraño en la ciudad ni la ciudad lo era para mí.

Fremde Erde ist nur Fremd, wenn der Fremde sie nicht kennt
(la tierra extraña solo es extraña cuando el extraño no la conoce)

Sí, es un verso de la traducción alemana de Colores en el viento, la canción de Pocahontas. Pero ese verso me parece increíblemente certero (más que el original en inglés).

(Inciso: también en 2011, cuando estuve colaborando con el Partido Andalucista local, en alguna conversación dije de manera natural que era inmigrante y los compañeros me corrigieron como si me hubiera insultado a mí mismo. Ahí es donde uno ve los prejuicios de los demás. Pero yo seguía siendo inmigrante.)

2012 significó para mí el comienzo de mi relación de cuatro años con Fede. Fede no solo era de València, sino también valencianista (políticamente, no del club de fútbol) y valencianohablante. Aunque nunca llegué a vivir en València, las experiencias con Fede, con su entorno y sus amistades me resultaron tan acogedoras y hospitalarias que me interesé mucho por su lengua y su cultura. Yo ya sabía hablar valenciano, pero mi nivel era poco más que aceptable y mi acento era de Barcelona. En esta época abracé la cultura valenciana, perfeccioné la lengua y adquirí el acento de València. Esa relación se acabó en 2016, pero las relaciones que había hecho con gente valenciana no se acabaron y duran hasta hoy. No he vivido en València pero he pasado allí más de 200 días, me he relacionado con la sociedad valenciana (no he estado de vacaciones en un resort) y, por lo tanto, considero que tengo parte de valenciano. Llamadlo apropiación cultural, novelería o como queráis. Sin embargo, no iba por ahí diciendo que era de València. La respuesta a la pregunta "¿de dónde eres?" seguía siendo la misma. De Cádiz, de Sevilla, según la situación respondía una u otra, o soy de Cádiz pero vivo en Sevilla.

En 2021 encontré trabajo en Granollers (Barcelona) y me mudé medio a la prisa. En una semana tuve que empaquetar todo, vaciar un piso y recorrer casi 1000 km. El primer día de trabajo me choqué de bruces con la misma pregunta, y más veces en ese día que en toda mi vida.

¿De dónde eres?

Ahí se me había roto el esquema que tenía tan asentado. Mi primera respuesta iba a ser la que había sido hasta entonces: de Sevilla. Pero sentía que si respondía eso estaría mintiendo. ¿Por qué? Seguía siendo sevillano. De hecho, sigo siendo sevillano. Sigo sintiendo que Sevilla es mi casa. Conozco mejor Sevilla que bastantes sevillanos. Pero mi casa ya no está allí. Si voy a Sevilla no tengo dónde quedarme, salvo que pague una habitación. (Sí, tengo amigos y me pueden acoger, pero eso no invalida mi argumento).

Soy nacido en Cádiz y criado en San Fernando, viví allí hasta los 23 años. En mis documentos de identidad soy gaditano y lo seré para siempre. Había vivido 13 años en Sevilla, pero ya no tenía un domicilio allí. Responder que era de Sevilla hubiera sido mucho más complicado por las subsiguientes preguntas (¿ah eres de Sevilla? ¿De la capital, o de un pueblo? He estado en Lantejuela / Pruna / La Algaba, ¿lo conoces? ¿Has estado? ¿Te gusta?), así que volví a la respuesta original... de Cádiz.

Y reconozco que aquí, en Barcelona, más de una vez he recurrido a decir que soc de València o que he viscut a València, aunque no haya sido del todo cierto, pero es una explicación corta y sencilla que funciona en situaciones necesarias (como cuando alguien ha preguntado si entendía el catalán o quería que cambiara al castellano, por ejemplo - este es un melón que no voy a abrir aquí).

Voy a cumplir dos años aquí y, aunque no me siento de Barcelona como sí me sentía de Sevilla (supongo que aún es pronto), tampoco me resulta extraña. Legalmente ya soy catalán (estoy empadronado, voto aquí, tengo mi tarjeta sanitaria...). El tiempo dirá si acabo respondiendo que soy de aquí.

martes, 3 de octubre de 2023

Treinta y nueve

Y así, un año más, la treintena se va acabando. He cumplido (casi) dos años en Catalunya, casi uno en mi trabajo actual. No puedo decir que esté mal, no me está yendo nada mal. Mi insatisfacción crónica no se puede achacar a las circunstancias actuales, jajaja. Así que tocará celebrar estos 39 años y desear que todo vaya bien, y en cuanto sea posible, mejor.

viernes, 4 de agosto de 2023

La politización de la lengua: el serbocroata

Bueno, sabéis que soy marxista, así que aunque el título sea “la politización de la lengua”, no voy a decir que la lengua no se ha de politizar ni nada de eso. La lengua es política, como lo son todos los aspectos de nuestra vida pública y social. No voy a ir por ahí.

Lo que quiero comentar hoy es el absurdo de utilizar políticamente la lengua de una manera que no se sostiene científica ni filológicamente.

Empecemos por dejar claro que la diferencia entre lengua y dialecto es únicamente política, como ya sabéis (o deberíais saber, a estas alturas). Tenemos innumerables ejemplos por todo el mundo, pero como ejemplos extremos tenemos, por un lado, el árabe, que está compuesto de diferentes dialectos que no se entienden entre sí y que tienen importantes diferencias gramaticales y léxicas, pero todos los hablantes siguen considerando que hablan árabe; y, por otro lado, el serbocroata, cuyos hablantes dicen que hablan serbio, bosnio, croata o (incluso) montenegrino, pero la lengua es exactamente la misma, con mínimas diferencias léxicas y algún rasgo gramatical que es preferido más en una zona que en otra.

Ahora que estoy aprendiendo serbocroata, estoy leyendo sobre la cultura de aquellos países y me estoy relacionando (activa o pasivamente) con hablantes de la lengua, muchas veces me estalla la cabeza con la clase de relación que tienen entre ellos y con su idioma.

Aunque los filólogos y lingüistas coinciden (casi todos) en la indiscutible unidad de la lengua serbocroata, que es una sola con cuatro estándares, entre la gente no lingüista las posiciones son de lo más variopintas.

En redes sociales, en foros, incluso en italki (la web que uso para encontrar tutores de conversación del idioma), te encuentras todo tipo de posturas, en algunos casos contradictorias dentro de la misma persona. En italki, la mayoría de los tutores de serbocroata de Serbia, Bosnia y Montenegro se identifican como nativos en los tres (o cuatro) idiomas. También la mayoría menciona en su vídeo que “son tres lenguas muy parecidas y que aprender una te permitirá hablar y entender las tres”. La cosa cambia cuando se trata de los tutores de Croacia: normalmente solo indican que saben croata y los demás idiomas no los indican ni los mencionan; algo así como si se tratara del húngaro o del griego.

Es lo que ocurre cuando la identificación nacional de la población se ha basado en la religión y se ha intentado trasladar a la lengua, sin que haya una equivalencia directa. No existe ningún rasgo lingüístico que distinga a ortodoxos y católicos, es decir, a serbios y a croatas. Y esto se ve, sobre todo, en Bosnia, que es donde la mezcla es mayor y donde el idioma, obviamente, identifica procedencia geográfica pero no adscripción nacional.

Esta fijación obsesiva en trasladar a la lengua los traumas nacionales al final, a quien perjudica, es a los hablantes de dicha lengua. Esta disgregación en tres o cuatro idiomas (siempre digo tres o cuatro porque hay pocos montenegrinos que hayan caído en la trampa del idioma montenegrino) hace que las empresas internacionales no vean como una prioridad ofrecer productos y servicios en serbocroata, mientras que sí se ocupan de otras lenguas vecinas con un número menor de hablantes, como el húngaro o el checo.

La historia reciente no ayuda, pero sería un gran paso adelante si la sociedad occidental empezara a aceptar que no necesitas una lengua diferenciada para tener una identidad nacional o étnica. 

martes, 1 de agosto de 2023

Reseña de Te estoy amando locamente (2023)

El domingo fuimos a ver la película Te estoy amando locamente, del director Alejandro Marín. He de decir que fue un poco in extremis, dado que ya la estaban quitando de casi todos los cines. Creo que es la tercera semana que estaba en cartelera y la mayoría ya la habían quitado, en Barcelona solo quedaban tres cines que la proyectaran y fuimos al Renoir Floridablanca.

Si no la has visto, quizá prefieras no seguir leyendo, porque aunque no contaré el final, voy a hacer algún spoiler.

La película está ambientada en 1977: corrían los años de la mal llamada transición democrática. Aún estaban en vigor las leyes fundamentales del franquismo, aunque ya estuviera aprobada una Ley de Amnistía para los presos políticos. Y el lugar donde transcurre es Sevilla, una ciudad donde el movimiento obrero era numeroso y se movía, pero la hegemonía social de la burguesía local, conservadora y franquista a muerte, era asfixiante.

Y la película empieza fuerte: el protagonista, estudiante de instituto y fan de Mari Trini, baila con su vecina en la boda de esta misma mientras otros asistentes a la boda lo insultan y se ríen de su pluma.

Desde ahí todo se desarrolla como cabría esperar: madre avergonzada, intenta reprimir a su hijo para que no hablen de ellos, lo lleva a un médico que le intenta aplicar una terapia de conversión, y el hijo se larga de casa para no aguantar esa opresión. Como ha pasado con tanta gente LGTBI+, acaba recurriendo a hacerse una familia en el ambiente, que son quienes lo acogen.

Hasta aquí los detalles que voy a dar del argumento: no voy a hacer spoiler del resto de la película.

Ahora voy a hablar de algunos aspectos de la película que me han gustado:

  • La ambientación. Sevilla en 1977. La ciudad es un personaje más en la película, y los lugares donde se desarrolla la acción son reconocibles por cualquiera que conozca la ciudad. Ya sabéis que viví allí trece años y la echo de menos muchísimo, así que esta película me ha tocado un poco la fibra también por eso. La Giralda y la Catedral, el Palacio Arzobispal, la calle Pureza o el Rectorado (antigua Fábrica de Tabacos) son lugares célebres de la ciudad que salen en la película, donde también se mencionan las huelgas de Hytasa.
  • Como parte de la ambientación: me parece genial y me ha alegrado muchísimo que todos los personajes de la película hablen andaluz (excepto un Guardia Civil, lo cual también entra dentro de lo normal cuando vives en Sevilla).
  • En cuanto a los personajes, al final les coges cariño a casi todos. Al principio odias a Remedios (la madre del protagonista), pero también entiendes que es hija de su época y que su primera reacción, aunque injusta, es la normal en esos años. Igualmente, hace un recorrido humano que la hace redimirse. También he de decir que en 1977 eran pocas las madres que hacían ese recorrido (aún en los 90 había muchísimas que repudiaban a sus hijes LGTBI+). Quizá el único personaje más odioso es Rocío, la viuda amargada del patio de vecinos cuya personalidad es hacerles la vida imposible a todos los demás.
La película tiene ciertos paralelismos con Pride, por cuanto relata el estado de los movimientos de liberación LGTBI+ en una época pasada, pero el tono de esta película es mucho más dramático que el de Pride y tiene escenas más duras.

En definitiva, esta película me ha encantado. Creo que era necesaria y que ayuda mucho a dar perspectiva al movimiento LGTBI+, sobre todo para quienes no conocen de dónde viene.

domingo, 2 de julio de 2023

El fin de Twitter

Desde que Elon Musk, ese pedazo de mocoso inútil (¡aquí lo puedo decir!), compró Twitter, la cosa ha ido de mal en peor. Y ahora parece que casi se lo ha cargado del todo, con las limitaciones a los tuits vistos porque no ha pagado el precio de los servidores de almacenamiento.

Que Twitter aún aguantará, pero cada vez peor, con menos gente, menos tuits, y mucha peor calidad. Últimamente se ha convertido en un nido de fascismo por culpa de dicho imbécil.

No voy a mentir, me da pena. Me uní a Twitter en 2008, aunque empecé a entrar regularmente alrededor de 2014, cuando estaba con Fede. Gracias a Twitter conocí a algunos de mis mejores amigos; mi grupo valenciano de amigos ha salido de Twitter (posteriormente también he conocido a más gente, de Sevilla y de Barcelona, como mi pareja actual).

(También culpo a Twitter de mi catástrofe personal de 2016, pero no nos detendremos en eso).

No solo la gente, también es la cantidad de cosas que he aprendido. Gracias a Twitter me he acercado mucho a la historia y cultura del País Valenciano, aprendí mucho sobre el marxismo-leninismo, sobre el movimiento LGTBI+... además de una gran utilidad, que es estar al día de lo que pasa.

Sin ser una red perfecta, porque tenía un puñado de defectos (que se han acrecentado desde que Musk está al volante), tenía una serie de ventajas que la hacían mi red social favorita: inmediatez, brevedad, y la posibilidad de interactuar fácilmente con gente que no conoces, sin tener que establecer una relación más allá de la respuesta o retuit a algún tuit puntual (a diferencia de lo que pasa en Facebook, donde normalmente te mueves entre tus contactos mutuamente aceptados y las toneladas de sugerencias basura que ahora te hace esa red).

El auge del fascismo y la vía libre a los bots propagandísticos de extrema derecha han hecho que esta red pierda muchísimo en calidad e interés, y quizá por eso la pena ya no es tanta. Que me gustaría encontrar una red parecida a lo que fue Twitter hace unos años, donde poder aprender y leer a gente interesante, de aquí o de otros lugares (viene genial para aprender idiomas), pero eso actualmente no existe, o yo no la he encontrado. Así que tocará volver a otras redes, a foros, o a canales nuevos de comunicación como Telegram.

viernes, 9 de junio de 2023

De los errores que jamás superas

Hay cosas que son demasiado personales, incluso para ponerlas por aquí, que al fin y al cabo es un sitio abierto y cualquiera sabe quién puede venir a leer.

¿Pero cómo superas el mayor error de tu vida? ¿Cómo aprendes a vivir con tu mayor equivocación, sabiendo el mal que hiciste a otras personas y el que te hiciste a ti mismo, que en ese momento no veías?

¿Cómo puedes aprender a no desear volver atrás? ¿A asumir de una vez que 2016 no va a volver a ocurrir y no tienes manera de deshacer lo que hiciste?

¿Y cómo dejas de pasar los días leyendo y mirando cosas de 2016 con lágrimas en los ojos?

Bueno, yo estoy en ello.

jueves, 20 de abril de 2023

Una breve mirada al pasado

Una de mis peores costumbres es que guardo muchas, muchísimas capturas de pantalla. Cada vez que quiero enseñar a mis amigos algo que he visto online, hago capturas de pantalla; hasta aquí es normal porque lo hacemos todos. Pero también hago capturas de pantalla cuando veo cosas que me hacen ilusión, y las hago para tenerlas yo y encontrármelas más adelante. Y también he hecho capturas de pantalla menos agradables.

Los que me conocéis ya sabéis que en 2018 pasé por una relación muy desagradable con una persona que no me trató de la mejor manera. La dinámica que había entre los dos hacía que bastante a menudo tuviera que hacer capturas de pantalla de nuestras conversaciones o de comentarios en redes sociales porque a menudo borraba mensajes, negaba haberlos escrito o incluso aseguraba haber dicho lo contrario de lo que decía en ellos.

Como Google me está diciendo que se me está acabando el espacio en mi almacenamiento, he entrado en Google Fotos y he encontrado, archivadas, un montón de capturas de pantalla de 2018. Me las he ido encontrado por orden cronológico, del principio al final, y he vivido a cámara rápida el torbellino de emociones que fue aquella relación: de la ilusión y la incertidumbre, primero a la seguridad, después a la manipulación y finalmente a su ira cuando dejé de permitirle manipularme, la cual no acabó con el fin de la relación, sino que se prolongó unos meses más.

Al principio miraba las capturas por encima, con un poco de repelús incluso con las más "agradables", las primeras. Pero conforme iba avanzando y el tono se iba poniendo peor, he dejado de leer. Solo veía su nombre arriba del todo y pulsaba borrar. Y me alegro de haberlas borrado y no poder leerlas más, porque aunque haya superado el maltrato, no puedo superar haberme permitido pasar por eso, haberme metido donde me metí y haber dejado que me tratara como me trató.

Hay cosas que es mejor que no estén en tu vida. Ni en capturas, ni siquiera en recuerdos. 2018 es un año de mi vida que deseo que no hubiera existido. Si bien hay quien dice que de todas las experiencias se aprende y de todas podemos sacar cosas buenas, sinceramente yo desearía no haber pasado por eso, no creo que me haya aportado (casi) nada y no creo que haya aprendido nada que compense lo mal que lo pasé.

Y de esta persona solo espero que haya dejado de hacer daño a los demás.

lunes, 3 de abril de 2023

Tuki, de Sofía Martín

¿Os pasa que hay películas, canciones, y otros productos culturales que son tan CUTRES que os fascinan? Me pasa con Tuki, una canción del Benidorm Fest 2023 interpretada por Sofía Martín.

El título de la canción es Tuki, que si no has oído la canción no sabes lo que es, aunque ya ella se encargará de explicarte en el estribillo que está tuki y está living. Supongo que no tiene relación con Las Tukus, no sé si ellas le reclamarán la propiedad intelectual.

La canción empieza suave con una estrofa de la cual entiendo las palabras pero no el significado, aunque me suele pasar con muchas canciones de este estilo. Y ya en estas primeras líneas te das cuenta de que aunque Sofía sea alemana de nacimiento y haya vivido muchos años en Alicante, prefiere cantar intentando imitar un acento de algún lugar indeterminado del Caribe porque vende más (apropiación cultural who?). Pero no mucho, porque no sesea.

Sospecho que se enfrenta a algún tipo de examen, porque dice “nunca pudieron creer, ahora llaman pa saber si lo vamos a aprender esta noche”, con lo cual supongo que sus amigos no sabían que había un examen mañana y quieren estudiar con ella para que ella les enseñe, o algo. Que también puede ser que en lugar de aprender diga prender, y ella y sus amigos sean pirómanos.

Y cuando llega al primer puente, sigue con una voz supersuave “pegamos como la miel, quién lo iba a saber ya*” y de repente salta chillando de fondo EH!, que si eres medio sensible te pega un susto considerable.

* Bueno, en el texto de la canción pone que dice eso, pero yo oigo algo diferente que no tiene ningún sentido, así que me quedo con lo del texto.

Empieza el estribillo y, después de decir que está tuki y está living, dice una frase que he tenido que buscar en el texto para entender lo que dice (“gafas gala, bolso está divino, na”), que debo de estar muy desconectado de la actualidad si la gente habla así porque jamás lo hubiera entendido.

Sofía Martín está a tope con la inclusividad cuando dice “pasarela para tu vecino, -na” es decir, tu vecino y tu vecina, sin decir las dos palabras enteras para no enfadar a los académicos de la RAE. Además, tu vecino y tu vecina tienen movilidad reducida y ella quiere integrarlos poniéndoles una pasarela.

La siguiente estrofa te habla del gran éxito de Sofía, que sigue hasta llegar a la cima, y luego sus ambiciones: pizza todos los días (eso es fácil, que hable con Díaz Ayuso), casa pa la familia, billetes color lila y un porche. Que a lo mejor quiere decir un Porsche, pero pronuncia un porche, así que me inclino a creer que quiere su mesita y sillitas para ver el amanecer desde la puerta de casa, sentada con su familia. Comiendo pizza, por supuesto.

Ya el resto repite puente y estribillo, así que poco más hay que decir, y al final viene mi parte favorita, cuando ella se menciona a sí misma en el final de la canción, y dice SOFÍA, SOFÍA MARTÍN (y su EEEEH de rigor), así como si fuera Lady Gaga, me deja maravillado.

martes, 14 de marzo de 2023

Tres años de pandemia

Aunque el estallido de la pandemia de la Covid-19 tiene más tiempo, pues en China comenzó en diciembre de 2019, hoy hace tres años que se declaró el estado de alarma en España. Unos días antes ya se venía oyendo que “nos encerrarían”, pero fue efectivamente el 14 de marzo cuando se hizo público que a partir del lunes siguiente no saldríamos a la calle para evitar contagios. En fin, no voy a recordar hechos, que cualquiera puede meterse en la Wikipedia y consultar la cronología.

Yo estoy aquí para hablar de lo que supuso la pandemia para mí personalmente, vista con una perspectiva de tres años. Hoy está en Twitter todo el mundo hablando de aquella época, de la psicosis colectiva, de la incertidumbre y de las locuras que se veían hacer por la calle y en los supermercados; los policías de balcón, los carros llenos de papel higiénico, la escasez de harina y levadura porque todo el mundo quería hacer el pan en casa o la gente que salía a pasear y cuando la policía los paraba decían que eran perros.

Fue una época extraña para mí. Aunque ya habían anunciado que nos encerrarían, los dos primeros días yo seguí yendo a trabajar porque tenía turno de fin de semana y mi empresa aún no había previsto nada. Y durante las dos primeras semanas tuve que ir un par de veces al sindicato para negociar un ERTE de suspensión para casi toda la plantilla; la experiencia de salir con una autorización del sindicato y que no hubiera nadie por la calle fue bastante novedosa. Y durante la negociación se oyeron frases como “lo firmamos hasta finales de junio, que para entonces ya habrá pasado todo esto, muy malas tienen que venir para que en julio siga estando este virus”. Claro que en esas fechas todo el mundo era especialista en epidemiología.

Esos primeros meses me resultaron duros. El primer golpe fue porque, sin yo saberlo, me tomaba mi trabajo como una fuente de autoestima. Como se me daba bien, como era bueno y reconocido por mis compañeros, una parte de mi valor la basaba en eso, y de repente había desaparecido. Tuve que aprender a vivir sin eso. Al final es positivo, pero me costó.

Por otro lado, estar encerrado no le hace bien a nadie. Por entonces, yo vivía con mi hermana y la que entonces era su novia. Y en ningún momento negué que no me sentía bien estando encerrado; para fin de año (dos meses y medio antes) había vuelto de Hamburgo y en ese lapso me había dado tiempo de ir a ver una psicóloga y asistir a terapia. Una de las conclusiones que habíamos sacado era que necesitaba salir y quedar con mis (pocos) amigos más a menudo, así que un encierro era lo que menos necesitaba. Y por otro lado, la convivencia no siempre era sencilla; mi hermana decía que vivía genial encerrada y sin tener que salir, pero estaba igual de nerviosa que yo o que su novia.

Para mayo empezó lo que llamaban la desescalada y comenzamos a poder salir, primero una hora al día, y luego más tiempo, según los contagios de cada provincia. Continuaba un poco la psicosis colectiva, pero salir de casa nos vino bien a todos y la ilusión de que podíamos comenzar a hacer vida normal, aunque fuera con mascarilla. Por aquel entonces yo era bastante pesimista y de hecho dejé un artículo aquí en el blog donde ponía en duda que la vieja normalidad fuera a volver en algún momento.

Mientras tanto, mi universidad no tenía claro qué hacer e iba improvisando. Al final conseguimos acabar el cuatrimestre de forma telemática; unos profesores se adaptaron bien, otros no se adaptaron en absolutamente nada e incluso nos obligaron a hacer el examen cada uno en casa y con la cámara puesta para ver que no copiábamos. Cuatro horas y media en la que nos exigían que estuviéramos solos en una habitación sin ruido, cuando nadie vivía solo. La Universidad de Sevilla, desde luego, no es ningún ejemplo de flexibilidad ni de adaptación.

(Para el curso 2020-21 instalaron cámaras, altavoces y micrófonos en todas las aulas para que las clases pudieran seguirse simultáneamente desde casa y así hacer un sistema de turnos semipresencial. Para el curso 2021-22 el rectorado decidió que las cámaras, altavoces y micrófonos se debían desmantelar porque se ve que a su criterio era mejor desperdiciar toda esa inversión que permitir algo de flexibilidad en la docencia).

En julio la empresa volvió a negociar un ERTE hasta diciembre y ese verano el gobierno nos dejó salir con muy pocas restricciones porque, como ya se sabe, salvar la economía es lo primero (luego en otoño vino un repunte de los casos, pero habíamos salvado el verano). Así que aproveché para ir a Valencia y quedar con mis amigos de allí; fue la última vez que nos vimos todos y lo pasamos genial.

Para otoño llegó un intento de vuelta a la normalidad. Las clases se organizaron de manera semipresencial como comentaba arriba, y del trabajo no supimos nada hasta mediados de octubre, que la empresa nos convocó a “negociar” un ERE; las comillas son correctas, porque se negaron a llegar a ningún acuerdo: más bien nos enseñaron su propuesta y esperaron que firmáramos sin moverse ni un milímetro de lo que habían decidido. Si bien yo esperaba que me incluyeran en dicho ERE, la sorpresa me la llevé cuando publicaron la lista de los afectados y yo no estaba (fueron tan torpes y déspotas que no permitieron voluntariedad, sino que ellos eligieron quiénes irían a la calle, sin posibilidad de alegar nada). Tuve que negociar con ellos otro tipo de salida, y fue posible porque yo no quería seguir en la empresa, pero la empresa tampoco me quería con ellos.

Así empezó 2021, con una extinción de contrato por no aceptar movilidad geográfica y un montón de tiempo libre que utilicé para terminar las asignaturas, escribir y defender el TFG, lo cual hice a finales de junio. Para el día del Orgullo ya era legalmente graduado en ingeniería y seguía estando parado. Eso era lo que me iba poniendo nervioso, porque aunque tenía 22 meses de prestación, iba viendo cómo pasaba el tiempo y no me salía nada. Tomé la decisión de matricularme en un máster para no estar sin hacer nada, pero con la idea de que, si me salía algún trabajo, la prioridad era trabajar.

A finales de septiembre empecé a ir a la EOI para retomar mi alemán y matricularme en el C1, y a mediados de octubre comenzaron las clases de máster. Justamente fue esa semana cuando me llamaron de un trabajo al cual no recordaba ni siquiera haberme postulado, como operario en una multinacional de detergentes y suavizantes en Granollers. Tras pensármelo todo lo que pude (no tuve mucho tiempo) acepté la oferta y me mudé, así que para noviembre de 2021 estaba viviendo en una casa compartida en medio del campo en Catalunya y trabajando a turnos en la fabricación de famosas marcas de productos de limpieza. Un año duré, hasta que las ofertas de trabajo que solicitaba (miraba cada día y todas las semanas me presentaba a dos o tres) me permitieron cambiar de trabajo a un puesto de ingeniero, en el que estoy ahora.

En cuanto a la Covid, me puse dos vacunas en verano de 2021 y me acabé contagiando en enero de 2022, en lo que llamaron la sexta ola (creo), que contagió a casi la mitad de la población de Catalunya y donde la protagonista era la variante ómicron. La pasé como una gripe fuerte y, fue tan numerosa esa ola, que las medidas definitivas de desescalada se dieron poco después. Para el verano de 2022 ya solo era necesaria la mascarilla en el transporte público y en los centros sanitarios.

Todo este largo texto ha sido para reflexionar sobre cómo te puede cambiar la vida cualquier evento. Vale que el estallido de una pandemia no es moco de pavo, pero mucha gente ha vuelto a su vida original. No ha sido mi caso. ¿Dónde estaría ahora si no hubiera habido Covid? Probablemente no estaría aquí, ¿o sí? ¿Tomé las decisiones correctas? Es algo que no sé y que no sabré jamás, pero que a menudo me hace pensar.