miércoles, 11 de junio de 2025

La relación más extraña que jamás tuve

He leído a algún psicólogo decir que los gays tenemos tan asumida la marginación y el abandono que cualquier persona que nos guste y nos haga un poco de caso ya nos hace engancharnos.

A mí me pasó fugazmente en 2008 con una persona que acabó siendo la persona más estrambótica con la que he tenido algún tipo de relación.

En marzo de 2008 mi vida era extraña. Estaba cambiando y yo no estaba del todo preparado. Yo tenía 23 años y acababa de empezar a trabajar de prácticas en EADS (Airbus), me acababa de sacar el carnet de conducir y me había comprado un coche de segunda mano. En mi tiempo libre seguía haciendo lo mismo: iba a aeróbic por la tarde y a la EOI (estudiaba 5º de alemán), pero no tenía vida social, salvo la que tenía online. Mis amigos de por entonces eran online.

Y online conocí a esta persona, llamémosla F. F tenía 31 años y vivía en Madrid. Nos conocimos en una web de contactos, nos dimos el Messenger y estuvimos unos cuantos días hablando, conversaciones de estas que llegan hasta la noche. Así que después de unos días, me propuso, ¿qué tal si te vienes a Madrid el fin de semana?

Y yo, obviamente, ante el primer hombre que me hacía caso en tres años, dije que vale. Ya por entonces trabajaba, tenía algo de dinero (aunque no era mucho, cobraba 500 euros al mes) y la conexión entre San Fernando y Madrid era muy barata (ida y vuelta costaba 30 euros, aunque eran ocho horas de autobús).

Detalles sobre lo que hicimos ese finde y el otro que fui tampoco puedo dar muchos porque no los recuerdo. Lo que sí recuerdo es a F.

F no era especialmente guapo. Digamos que su fuerte era el interés que mostraba, le interesaba todo, hasta la mínima tontería que se te ocurriera contar.

Sin embargo, todo él estaba envuelto en un halo de misterio. Jamás tuve claro de qué vivía. Si tenía algún trabajo, no era de 8 horas diarias, eso lo sé, porque tenía mucho tiempo libre. Solo sé que no le faltaba de nada. (En su habitación tenía un iPod touch comprado dos semanas antes en su caja, sin desprecintar, aunque no le interesaba porque había salido uno nuevo y se lo quería comprar - de hecho se lo compró estando yo allí).

Decía que era islandés, lo cual me parecía superexótico y a mí, que ya me conocéis, me interesaba por el idioma y por la cultura. Hablaba un castellano muy bueno para ser islandés; de hecho, yo hubiera dicho que era madrileño. Le pregunté un par de veces por cosas del islandés (yo había estudiado un par de cosas básicas unos meses antes, de un libro) y no supo respondérmelas. No pasa nada, pensé; muchos nativos no saben cómo funciona su idioma; aunque él no me soltó ni una frase.

La cuestión es que en los dos fines de semana que estuve allí en su casa apenas pude saber más de él. Ni sobre su familia, ni amigos. Lo único que supe es que su madre aparentemente era una jubilada que vivía en Almería. Ni siquiera coincidí con sus compañeros de piso porque entrábamos y salíamos por donde no nos veían.

Sin embargo, como usualmente se dice, las mentiras tienen las patas cortas. Políticamente no teníamos nada en común; aunque le avergonzaba reconocerlo, era de derecha. Me dijo que no estaba afiliado a ningún partido, pero un día que fuimos a tomar algo vi el carnet del PP en su cartera. Por entonces me cabreé, ahora simplemente me parecería patético.

Y otra mentira, quizá la más absurda, era su identidad. Aunque se preocupaba de que no viera su nombre en ninguna parte, estando conmigo abrió el portátil y entró en la página de la fnac para reservar el iPod touch nuevo que luego iríamos a recoger. En la esquina superior derecha salía el nombre de usuario. El suyo era un nombre bien castellano con dos apellidos bien castellanos. Era F, sí, pero no escrito en islandés, sino en castellano de toda la vida.

Después de ese segundo finde no le volví a interesar. No fue lo que hoy llamarían ghosting, porque contestaba a mis mensajes, pero tarde y sin ganas. Así que obviamente el interés desapareció.

(¿Por qué a mí aún me interesaba? Ay, hijos. Volvemos a la premisa de partida. Era la única persona que me había hecho caso en años).

Casi olvidaba comentar el regalo que me dejó, unas ladillas que descubrí un par de semanas más tarde y que tardé algún tiempo en poder quitarme.

En perspectiva, la conclusión que saqué es que tenía algún tipo de problema con su identidad y tenía que inventarse otra para ser más interesante, no solo para los demás, sino también para sí mismo.

Y en fin, esta es la historia. ¿Moraleja? Ninguna. Podría decir que os queráis y no os dejéis engatusar, pero si os pasa es porque no tenéis la experiencia para evitarlo.

Como epílogo: me lo volví a encontrar años después en páginas de contacto. Yo por entonces tenía 31, y él 32. El extraño caso de la diferencia de edad menguante. Me imagino que en la actualidad, que tengo 40, él tendrá 35.

martes, 20 de mayo de 2025

Frambuesas de Fin de Año

De vez en cuando, en casa compramos frambuesas. Esta semana las hemos visto en el Lidl y las hemos comprado, tenían muy buena pinta.

Para mí las frambuesas son una fruta de Fin de Año, porque en mi familia hay una historia que hace que las identifique así.

El 30 de diciembre de 2011, mi madre, por motivos, fue ingresada en el hospital. Todos los años pasábamos el Fin de Año con ella en su casa, y comíamos las uvas, pero ese año no iba a ser así.

La cuestión es que el repentino ingreso de mi madre en el hospital nos cambió los planes, y nos encontramos la noche del 31 de diciembre en casa de mi hermana (que vivía cerca del hospital). No habíamos hecho cena de Fin de Año, habíamos comprado unos bocadillos en un desavío junto al hospital. Y por supuesto, no teníamos uvas. Lo más parecido que mi hermana tenía para ofrecernos eran unas frambuesas que había comprado unos días antes para hacer una tarta con ellas.

Así que ahí nos tienes, a tres de mis hermanas y a mí delante de la tele y con un platito con doce frambuesas cada uno, preparados para comerlas con las campanadas.

Empezaron las campanadas y mis hermanas comieron una sola frambuesa, porque les resultaron demasiado ácidas y no pudieron seguir. Yo me comí las doce porque el sabor ácido de la fruta, por lo general, me gusta. Así que entré en el año 2012 con 12 frambuesas.

Mi madre se murió definitivamente a la hora de almorzar del día siguiente, el 1 de enero.

Por eso, para mí las frambuesas son una fruta de Fin de Año. Cuando las como no recuerdo la muerte de mi madre como una tragedia; al revés, me hace recordar lo que nos reímos mis hermanas y yo durante las campanadas, en ese Fin de Año improvisado por las circunstancias que nos había tocado vivir.

No serán mi fruta favorita, pero me encantan las frambuesas.


 

jueves, 8 de mayo de 2025

Deslocado

Ya es un poco un lugar común que escuche una canción sobre emigrantes y venga a deciros lo mucho que me identifico. En este caso, es la canción participante por Portugal en Eurovisión 2025. Para no repetirme, simplemente os dejo el enlace al vídeo y el texto.

Conto os dias para mim
Com a mala arrumada
Já quase não cabia
A saudade acumulada.
Cuento los días para mí
Con la maleta hecha
Ya casi no cabía
La nostalgia acumulada.
Do azul vejo o jardim
Mesmo por trás da asa
Mãe, olha à janela,
Que eu tou a chegar à casa.
Desde el cielo veo el jardín
Incluso por detrás del ala
Madre, mira por la ventana,
Que estoy llegando a casa.
Que eu tou a chegar à casa.
Que eu tou a chegar à casa.
Que eu tou a chegar à casa.
Que estoy llegando a casa.
Que estoy llegando a casa.
Que estoy llegando a casa.
Por mais que possa parecer
Eu nunca vou pertencer
Àquela cidade.
O mar de gente, o sol diferente,
O monte de betão,
Não me provoca nada,
Não me convoca casa.
Por más que pueda parecer
Yo nunca voy a pertenecer
A aquella ciudad.
El mar de gente, el sol diferente,
El monte de hormigón
No me provoca nada,
No me llama a casa.
Porque eu vim de longe
Eu vim do meio do mar.
No coração do oceano
Eu tenho a vida inteira.
Porque vine de lejos
Vine de mitad del mar.
En el corazón del océano
Tengo la vida entera.
O meu caminho eu faço a pensar
Em regressar à minha casa
Ilha, paz, Madeira.
Mi camino hago pensando
En regresar a mi casa
Isla, paz, Madeira.
Se eu te explicar palavra a palavra
Nunca vais entender
A dor que me cala
A solidão que assombra a hora da partida.
Si yo te explico palabra a palabra
Nunca vas a entender
El dolor que me calla
La soledad que ensombrece la hora de la partida.
Carrego o sossego de poder voltar
Mãe, olha à janela, que eu tou a chegar.
Cargo la tranquilidad de poder volver
Madre, mira por la ventana, que estoy llegando.
Por mais que possa parecer
Eu nunca vou pertencer
Àquela cidade.
O mar de gente, o sol diferente,
O monte de betão,
Não me provoca nada,
Não me convo...
Por más que pueda parecer
Yo nunca voy a pertenecer
A aquella ciudad.
El mar de gente, el sol diferente,
El monte de hormigón
No me provoca nada,
No me llama...
O mar de gente, o sol diferente,
O monte de betão,
Não me provoca nada,
Não me convoca casa.
El mar de gente, el sol diferente,
El monte de hormigón
No me provoca nada,
No me llama a casa.

miércoles, 7 de mayo de 2025

Primer encuentro con Viena

Podría definir mi relación con el alemán como de amor-odio, pero sin ser ninguna de las dos cosas. Después de tantos años y de tantas experiencias con ella, ahora mismo es una lengua que me resulta de la familia, como de casa. He pasado más de la mitad de mi vida en contacto con ella, empecé a estudiarla con 15 años y ahora tengo 40. No la he estudiado continuamente, pero leo cosas en alemán de vez en cuando, cuando se me cruzan en redes sociales y eso. He llegado a un punto en el que entiendo el 90% de lo que oigo y leo. Por otro lado, no soy capaz de hablarla fluidamente, y me gustaría recuperar mis habilidades en ella, pero no estoy tan motivado como para esforzarme. Ya no es mi lengua favorita como lo fue en mi adolescencia.

La cuestión es que, al menos en mi experiencia, la enseñanza del alemán está extremadamente centrada en Alemania. Esto podréis pensar que es lógico, y siempre está el argumento numérico: el 80% de los hablantes del alemán están en Alemania. Lo que no es tan lógico es que del resto de variedades no se enseñe nada. A mí incluso un profesor llegó a corregirme un uso que está muy extendido en el sur de Alemania y es incluso oficial en el estándar austriaco, solo porque no es oficial en Alemania. Así están las cosas.

(Para los más interesados, se trata del uso de sein como auxiliar para formar el perfecto de los verbos stehen, liegen y sitzen. Que diréis, ¿y por qué lo dices así y no con haben, como les gusta a los profesores alemanocéntricos? Pues primero, porque me resulta más lógico, y segundo, porque así lo interioricé cuando estuve haciendo Erasmus en el sur de Alemania).

También puedo añadir que en el tiempo que he estudiado alemán mientras vivía en Alemania, apenas hubo menciones a Austria o Suiza (ya ni pienses en Bélgica).

Como consecuencia de todo esto, aunque siempre me dio curiosidad Austria, mi conocimiento de Austria y de su capital, Viena, siempre ha sido bastante reducido. De hecho, mi impresión era que Viena era una linda y pequeña capital de un pequeño país sin demasiadas pretensiones; una cosa como podría ser, no sé, Bruselas o Dublín.

Mi impresión empezó a cambiar cuando empecé a estudiar serbocroata y, sobre todo, cuando hice allí una parada de varias horas en enero, de camino a Belgrado. El tiempo fue el suficiente para que Pau y yo pudiéramos acercarnos del aeropuerto al centro, dar un pequeño paseo y comer.

Estando allí me di cuenta de que la ciudad está pagadísima de sí misma. Para quien no entienda esta expresión valenciana, digamos que está encantada de conocerse. El pequeño paseo que dimos ya nos dejó clara la importancia histórica que ha tenido la ciudad. Vale, es algo un poco obvio si conoces la historia europea reciente, pero para mí fue chocante porque no esperaba que hubiera retenido tanto. Parecía que en cualquier momento te fueras a cruzar con Sissí Emperatriz.

La Ópera de Viena

Como he dicho, mi impresión también ha cambiado gracias a mi estudio del serbocroata. El estudio de una lengua nunca se puede hacer independiente de la cultura que la habla, por mucho que lo intentes. Yo no lo he intentado, me ha interesado saber sobre Yugoslavia y la cultura balcánica. Y claro, eso significa que no puedes evitar conocer lo que piensan sobre los vecinos que históricamente han tenido más influencia sobre ellos: los turcos (por el Imperio Otomano) y los austriacos (por el Imperio Austrohúngaro).

Aún a día de hoy la relación entre los pueblos exyugoslavos y Austria es enorme. La cantidad de exyugoslavos que viven en Viena es gigantesca (estando allí unas cuantas horas oímos hablar serbocroata en muchas ocasiones), y los que no viven allí, en su mayoría han visitado Viena al menos una vez. Hay numerosos vuelos diarios entre Viena y Belgrado, así como líneas regulares de autocares. Entre Viena y Zagreb es incluso más sencillo, hay varios trenes diarios.

Eso sí, que la relación sea grande no significa que sea buena. La opinión sobre Austria entre los balcánicos es bastante variopinta, pero tiende más a negativa: en la conciencia colectiva sigue pesando bastante el papel imperialista de Austria en la zona hasta hace poco más de un siglo. Esto no mejora si tenemos en cuenta que los serbios, croatas, bosnios y montenegrinos en Austria no cuentan con la mejor reputación, pues sigue pesando sobre ellos el sambenito de que son inmigrantes pobres y a menudo los austriacos los miran por encima del hombro. Por eso, si rascas entre exyugoslavos, es bastante fácil que encuentres quien critique Austria y los austriacos, a veces de una manera poco sana.

Con todo esto, Viena es una ciudad a la que me apetecería volver, esta vez sabiendo un poco mejor lo que voy a encontrarme allí. También puede ser una oportunidad para reencontrarme con la lengua alemana.

lunes, 21 de abril de 2025

Spice Girls y el elitismo musical en la familia

Hace unos meses descubrí, no recuerdo cómo, que existía un libro sobre la historia de las Spice Girls. Vi reseñas y me pareció interesante, así que lo encontré y lo he estado leyendo desde entonces.

Este retorno al pasado me ha estado trayendo muchas ideas a la cabeza, aunque supongo que no todas las plasmaré en este blog.

Ya os he hablado en otras ocasiones sobre mis gustos musicales, artistas que me gustan o me han acompañado a lo largo de la vida. Este blog tiene 21 años, así que he tenido varias ocasiones, aunque tampoco han sido muy numerosas porque, aunque oigo música muy a menudo, y tengo mis grupos y artistas favoritos, no soy fan acérrimo de nadie. Sin embargo, de más joven sí que he sido bastante fan de algunos grupos o artistas (aunque nunca de una manera exagerada).

Y esto enlaza con el grupo del que os quería hablar, las Spice Girls. La primera vez que vi a las Spice Girls fue una mañana en la tele. Los fines de semana me levantaba temprano; no es que lo hiciera expresamente para ver los dibujos, como hacían otros niños, sino que me despertaba (supongo que por la costumbre) y me ponía a ver la televisión (usualmente los dibujos). El matiz no es tan importante, pero es ese.

Y a veces no veía los dibujos, porque quizá los que estaban echando no eran los que me gustaban. La cuestión es que a finales de 1996, un fin de semana, estaba yo despierto viendo un programa de Canal + de videoclips, y apareció Wannabe, de las Spice Girls, cuando aún no eran famosísimas. De hecho, me dejaron muy impactado porque eran cinco chicas que llegaban, entraban en una fiesta llena de vejestorios y gente bien vestida revolucionándolo todo, y en menos de tres minutos se habían ido.

Fue poco después que todo el mundo empezó a hablar de las Spice Girls. Salían en todas partes, en videoclips, en anuncios, en programas de la tele. No recuerdo que se hablara tanto de ellas en el instituto, pero mis compañeras del conservatorio sí que eran muy fans de las Spice. Y con el tiempo, yo me uní a la ola. Me gustaba mucho su música, y ellas me parecían simpáticas y divertidas.

La cuestión aquí es que las Spice Girls fueron el primer grupo que me gustó por mi propio criterio. En mi casa siempre se había oído música; los fines de semana por la mañana, una vez que acababan los dibujos de la tele, se apagaba y mis hermanas o mi madre ponían la música que ellas elegían. Por eso crecí conociendo mucha música pop de los 80 y principios de los 90.

¿Y qué ocurre? Pues que en cuestiones musicales, en mi casa siempre recibí el rechazo y el desprecio de mi familia. La música que yo quería escuchar era mala, por sistema. Las Spice Girls eran (según mis hermanas) tontas y falsas, y su música no era auténtica. Laura Pausini, otra artista que me encantaba, también era tonta, pero porque era romántica, y su música era aburrida. Un par de años después me aficioné a La Oreja de Van Gogh, y eran unos niñatos tontos que además no tenían respeto por haber elegido ese nombre para su grupo. (Ya ni comento lo de que me gustara Eurovisión, porque Eurovisión era cutre). En definitiva, la música que elegían mi madre y mis hermanas se podía oír por los altavoces, para todo el mundo, pero la mía solo la podía oír yo solo y por la tarde, si me sentaba junto a la cadena de música y me ponía los auriculares.

Este destierro se hizo un poco más liviano cuando me regalaron un walkman en 1998. Al menos ya no tenía que estar sentado en una esquina del salón para poder oír mi música.

Por suerte, mi hermana más pequeña es de mi generación, y ella y yo compartíamos bastantes gustos musicales. Nos aficionamos a la radio y la música pop más o menos a la vez, y nos comentábamos descubrimientos. Fue ella quien primero me habló de Britney Spears, por ejemplo, quien durante dos años fue la artista más oída en mi habitación y en mi walkman.

Por eso, ahora que tengo 40 años y el tiempo ha dado su sitio a mucha gente, me alegro muchísimo de ver lo que han sido esos grupos que me gustaban. Es verdad que mucha de la música que oía en mi época de instituto, aunque me sigue pareciendo buenísima, no ha trascendido, porque sabemos que eso depende de miles de factores y muchos no están relacionados con lo buena o mala que sea tu música. Pero tanto las Spice Girls, como Laura Pausini, como La Oreja de Van Gogh han quedado como artistas/grupos con talento y que han hecho una importante contribución al mundo de la música pop, de una forma u otra.

lunes, 31 de marzo de 2025

Amanecer en la cosecha

He acabado el quinto libro de Los juegos del hambre (antes que el cuarto, que no he sido capaz de pasar de la mitad, pero lo haré) y hay tantas cosas que me gustaría decir. Pero no estoy preparado y creo que es demasiado pronto para hacer spoilers, que solo salió hace dos semanas.

Ya nos lo comentaremos.

domingo, 9 de marzo de 2025

Visita al pasado a través de cartas

En este último viaje que he hecho a Cádiz, ha surgido la oportunidad de ojear con mi hermana algunas cartas viejas que mi madre guardaba, de las que mi padre le había enviado en su juventud.

Mi padre había viajado mucho por trabajo. Las cartas empiezan cuando mi padre está cumpliendo el servicio militar, entre 1968 y 1970; de etapas posteriores hay postales de cuando trabajaba con Abengoa por toda Andalucía, y de nuevo cartas de cuando estuvo trabajando de electricista en la marina mercante, durante toda la década de los 70.

No nos dio tiempo de mirarlas todas porque eran muchas y fue todo bastante improvisado. No estaban ordenadas, así que vimos algunas en orden aleatorio; tenemos pendiente ordenarlas, leerlas, y a mí me gustaría escanearlas.

Las pocas cartas que nos dio tiempo a mirar me hicieron tener sentimientos que no esperaba. Al principio me sentía un poco contrariado porque, al fin y al cabo, estaba leyendo la intimidad de dos personas, que se escribían cartas solo para ellos, sin contar con que nadie más las leyera. Luego, acallé ese sentimiento y empecé a ver de primera mano la historia entre mis padres. Por supuesto que sé que mis padres fueron jóvenes, pero es la típica cosa que no te esperas hasta que te la encuentras: una pareja de chiquillos, él con 19 y ella con 15, enviándose cartas diciéndose lo mucho que se echaban de menos, lo mucho que se querían, y la preocupación porque ella se había quedado embarazada a esas edades (todo insertado en el contexto de la sociedad de la época, el franquismo y el nacionalcatolicismo), seguido de la ilusión cuando nace la niña...

Fue bastante emocionante, y estoy deseando volver a casa de mi hermana (probablemente en verano) para seguir leyendo.