Como sabe la gran mayoría de mi audiencia, me he venido a vivir a Sevilla. Llevo aquí desde el sábado por la tarde, dado que me avisaron de que me daban trabajo, así que me busqué piso y aquí estoy adaptándome. Hasta ahora muy bien, Sevilla siempre fue uno de los sitios adonde quería irme, y además con las circunstancias actuales pues aún tenía más ganas.
Pero claro, no todo el monte es orégano, y no todo iba a ser de color de rosa. Además de los problemas económicos propios del principio y que espero superar en un periodo de mes y medio (a ver cómo me las arreglo hasta entonces), resulta que hoy es mi primer día de trabajo, llevo aquí desde las ocho de la mañana y ni me han dado nada que hacer, ni me han llamado siquiera para firmar el contrato.
Quizá no sea el mejor momento para escribir en el blog pues estoy muy rallado y es posible que la cosa no sea tan grave como ahora la veo, pero la verdad, no sé qué pasa. Si pretenden no contratarme me lo podían haber dicho y me pasaba el día de hoy buscando otra cosa. Y si pretenden hacerlo, ¿por qué me tienen aquí en este rincón olvidado?
Otro chaval se ha incorporado hoy a la vez que yo, y está igual de ignorado, al menos ya se sabe que mal de muchos, consuelo de tontos. Y lo peor es que la empresa sí que pretende que él se incorpore a su puesto cuanto antes porque viene a sustituir a Pedro, un antiguo compañero mío de Cádiz que estuvo aquí hasta hace un par de semanas.
Voy a volverme loco.