- Podría afirmar que ha sido el año en que he aprendido a controlar mi comida, a saber qué debo comer y a dedicarle algo de tiempo a cocinarlo, sin que me aburra.
- Hice más turnos de noche que hasta ahora. De hecho he sido el único de mi trabajo que ha hecho turno de noche en Toulouse.
- Viajé dos veces, por trabajo, a Toulouse.
- Visité, por fin, a mi hermana en Valencia. Pasé allí cinco días de mis vacaciones (técnicamente ya era otoño).
- Visité a mis amigos en Barcelona en marzo, y en Granada en octubre.
- En total, cogí diez aviones y dos AVEs.
- Entre los lugares nuevos que he conocido este año, están Ròc Amador, Valencia, Alboraia y Granada.
- Asistí a una boda como invitado.
- Estuve en dos elecciones como apoderado.
- En una de ellas, fui candidato independiente y participé activamente en la campaña.
- Acabé afiliándome al partido.
- Me compré un teléfono nuevo, un Android. Fue mi primera compra en Amazon.
- Consolidé mi afición a la musculación y alcancé un nivel físico bastante aceptable. De hecho, me cambié de gimnasio en septiembre a uno más preparado.
- Empecé a cortarme el pelo yo mismo.
Desde hace 20 años hablo aquí de mi vida y reflexiones, de idiomas, de Eurovisión... es mi blog personal, así que si no me conoces, probablemente no te interese lo que escribo. (Si me conoces, es posible que tampoco).
viernes, 6 de enero de 2012
En 2011... conclusiones
Paso de responder a las intenciones que tenía a principio de año, y simplemente haré un recopilatorio de experiencias...
miércoles, 4 de enero de 2012
Año nuevo
Te fuiste en año nuevo.
Dos días resistiendo, pero al final te fuiste. Fuerte en el último momento, como siempre supiste ser, aun cuando hubieras tirado la toalla.
Reflexiones insistentes sobre si pude haber hecho algo para evitarlo, que siempre acaban en que no, porque no dependía de mí. Ya no podías más. No soportabas depender de otros, y no soportabas que se te hubiera agriado el carácter por eso.
Y aunque sea utópico, me encantaría que hubieras confiado en mí, que me hubieras explicado cómo te sentías. A lo mejor así podría haberme despedido en condiciones. Podría haberte dado las gracias por haberme enseñado lo que sé, por haber hecho que me convirtiera en el hombre que soy, por haberme apoyado en lo que he emprendido, por haberme dado todo lo que tenías. Y las gracias por haberme dado cuatro hermanas a las que quiero, que me quieren y con las que siempre puedo contar, porque nos enseñaste a querernos y a estar siempre unidos.
También podría haberte pedido perdón por todo aquello en que te pude hacer daño. Por esos años de adolescencia en los que no nos entendíamos y que se te quedaron clavados, como alguna vez me dejaste ver. Por no haber podido recompensarte por todo lo que hiciste por mí.
Ya es tarde, te has ido y siempre estaré en deuda.
Pero nadie me quita el recuerdo de estos veintisiete años. El recuerdo de quien me gritaba para que desayunara los fines de semana. De quien fue hasta Sevilla a recogerme en tren la primera vez que volví de Barcelona. De quien volvía del trabajo con un jersey para mí porque lo había visto en un escaparate y le había gustado.
Estábamos lejos, pero sabía que estabas al otro lado del teléfono, y te oía cada vez que necesitaba algún consejo. Y a pesar de la distancia, la ilusión de verte en casa hacía que valiera la pena coger el coche cada viernes.
Sé que ahora estás mejor, así que, por derrumbado que esté ahora mismo, me tranquiliza que puedas descansar. Recordaré las frases de ánimo que me decías cuando me encontraba triste, y así me ayudarás a salir adelante, a afrontar el miedo que me da seguir viviendo sin ti.
Te quiero mucho, Ma, y siempre te voy a querer. Un beso.
Dos días resistiendo, pero al final te fuiste. Fuerte en el último momento, como siempre supiste ser, aun cuando hubieras tirado la toalla.
Reflexiones insistentes sobre si pude haber hecho algo para evitarlo, que siempre acaban en que no, porque no dependía de mí. Ya no podías más. No soportabas depender de otros, y no soportabas que se te hubiera agriado el carácter por eso.
Y aunque sea utópico, me encantaría que hubieras confiado en mí, que me hubieras explicado cómo te sentías. A lo mejor así podría haberme despedido en condiciones. Podría haberte dado las gracias por haberme enseñado lo que sé, por haber hecho que me convirtiera en el hombre que soy, por haberme apoyado en lo que he emprendido, por haberme dado todo lo que tenías. Y las gracias por haberme dado cuatro hermanas a las que quiero, que me quieren y con las que siempre puedo contar, porque nos enseñaste a querernos y a estar siempre unidos.
También podría haberte pedido perdón por todo aquello en que te pude hacer daño. Por esos años de adolescencia en los que no nos entendíamos y que se te quedaron clavados, como alguna vez me dejaste ver. Por no haber podido recompensarte por todo lo que hiciste por mí.
Ya es tarde, te has ido y siempre estaré en deuda.
Pero nadie me quita el recuerdo de estos veintisiete años. El recuerdo de quien me gritaba para que desayunara los fines de semana. De quien fue hasta Sevilla a recogerme en tren la primera vez que volví de Barcelona. De quien volvía del trabajo con un jersey para mí porque lo había visto en un escaparate y le había gustado.
Estábamos lejos, pero sabía que estabas al otro lado del teléfono, y te oía cada vez que necesitaba algún consejo. Y a pesar de la distancia, la ilusión de verte en casa hacía que valiera la pena coger el coche cada viernes.
Sé que ahora estás mejor, así que, por derrumbado que esté ahora mismo, me tranquiliza que puedas descansar. Recordaré las frases de ánimo que me decías cuando me encontraba triste, y así me ayudarás a salir adelante, a afrontar el miedo que me da seguir viviendo sin ti.
Te quiero mucho, Ma, y siempre te voy a querer. Un beso.
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