Bueno, sabéis que soy marxista, así que aunque el título sea “la politización de la lengua”, no voy a decir que la lengua no se ha de politizar ni nada de eso. La lengua es política, como lo son todos los aspectos de nuestra vida pública y social. No voy a ir por ahí.
Lo que quiero comentar hoy es el absurdo de utilizar
políticamente la lengua de una manera que no se sostiene científica ni
filológicamente.
Empecemos por dejar claro que la diferencia entre lengua y
dialecto es únicamente política, como ya sabéis (o deberíais saber, a estas
alturas). Tenemos innumerables ejemplos por todo el mundo, pero como ejemplos
extremos tenemos, por un lado, el árabe, que está compuesto de diferentes
dialectos que no se entienden entre sí y que tienen importantes diferencias
gramaticales y léxicas, pero todos los hablantes siguen considerando que hablan
árabe; y, por otro lado, el serbocroata, cuyos hablantes dicen que hablan
serbio, bosnio, croata o (incluso) montenegrino, pero la lengua es exactamente
la misma, con mínimas diferencias léxicas y algún rasgo gramatical que es
preferido más en una zona que en otra.
Ahora que estoy aprendiendo serbocroata, estoy leyendo sobre
la cultura de aquellos países y me estoy relacionando (activa o pasivamente)
con hablantes de la lengua, muchas veces me estalla la cabeza con la clase de
relación que tienen entre ellos y con su idioma.
Aunque los filólogos y lingüistas coinciden (casi todos) en
la indiscutible unidad de la lengua serbocroata, que es una sola con cuatro
estándares, entre la gente no lingüista las posiciones son de lo más variopintas.
En redes sociales, en foros, incluso en italki (la web que
uso para encontrar tutores de conversación del idioma), te encuentras todo tipo
de posturas, en algunos casos contradictorias dentro de la misma persona. En
italki, la mayoría de los tutores de serbocroata de Serbia, Bosnia y Montenegro
se identifican como nativos en los tres (o cuatro) idiomas. También la mayoría
menciona en su vídeo que “son tres lenguas muy parecidas y que aprender una te
permitirá hablar y entender las tres”. La cosa cambia cuando se trata de los
tutores de Croacia: normalmente solo indican que saben croata y los demás
idiomas no los indican ni los mencionan; algo así como si se tratara del húngaro o del griego.
Es lo que ocurre cuando la identificación nacional de la
población se ha basado en la religión y se ha intentado trasladar a la lengua,
sin que haya una equivalencia directa. No existe ningún rasgo lingüístico que
distinga a ortodoxos y católicos, es decir, a serbios y a croatas. Y esto se ve, sobre todo, en Bosnia, que es donde la mezcla es mayor y donde el idioma, obviamente, identifica procedencia geográfica pero no adscripción nacional.
Esta fijación obsesiva en trasladar a la lengua los traumas nacionales al final, a quien perjudica, es a los hablantes de dicha lengua. Esta disgregación en tres o cuatro idiomas (siempre digo tres o cuatro porque hay pocos montenegrinos que hayan caído en la trampa del idioma montenegrino) hace que las empresas internacionales no vean como una prioridad ofrecer productos y servicios en serbocroata, mientras que sí se ocupan de otras lenguas vecinas con un número menor de hablantes, como el húngaro o el checo.
La historia reciente no ayuda, pero sería un gran paso adelante si la sociedad occidental empezara a aceptar que no necesitas una lengua diferenciada para tener una identidad nacional o étnica.
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