miércoles, 7 de diciembre de 2016

Real o no real

Me despierto por la mañana, miro el móvil, consulto el correo. Entro en las redes sociales. Todo bien, lo de siempre. Me levanto, desayuno. Voy al gimnasio, vuelvo, me hago el almuerzo, me ducho, voy a trabajar. Me paso ocho horas oyendo a mi jefe, preparando órdenes de trabajo, resolviendo dudas sindicales. Vuelvo a casa, estoy un rato en el ordenador, me voy a la cama a dormir.

En el ordenador, entro repetidamente en webs de contactos, en chats, en aplicaciones, intento entablar conversaciones con desconocidos que en el mejor de los casos solo quieren compartir un par de horas en la cama.

Y todo esto, ¿para qué?

Intento engañarme a mí mismo, pero no lo consigo, sé que es todo una mentira. Quedo con personas que, como mucho, me parecen tolerables. Evito páginas web y redes sociales que puedan romper mi pequeña burbuja. Intento no quedarme ocioso en ningún momento.

Porque, ay, las horas en blanco son mis peores enemigas. Porque pensar me hace daño.

Porque si no mantengo la mente ocupada, me viene a la cabeza verte jugando al GTA. Me viene a la cabeza ese paseo después del cine que me permitió conocerte mejor. Me asaltan los recuerdos de llevar a Socs hasta el veterinario, o de cenar de japonés en casa viendo los Simpson.

Porque cuando llega la noche recuerdo acariciarte mientras te quedabas dormido, y apoyar la cabeza en tu pecho al despertar. Y ese momento en que me dijiste que te alegrabas de que estuviera allí contigo. Ese beso en el supermercado que por un momento me hizo olvidar todo lo demás.

Y por eso hago todo lo posible por no pensar y mantenerme en mi burbuja. Porque cuando te leo, cuando sé algo de ti, vuelvo a recordar que no lo conseguí, que no fui suficiente, que en algún momento perdí la oportunidad.

En mi pequeño mundo, en este plató del Show de Truman en el que estoy metido, quizá no sea feliz, pero no me siento desdichado. El problema es que sé que no es real, que es una ficción de bajo coste. Que, si soy sincero, el que me llena eres tú.

Entonces me pregunto por qué sigo buscando encerrarme en mi mundo y negar lo que siento en realidad. Pero lo hago para defenderme, para sobrevivir. El amor nunca se malgasta, cierto, pero darlo te puede dejar sin energía.

Y uno ya tiene una edad y sabe que esto se pasará. Que la vida continúa, que no sé dónde estaremos mañana, con quién nos cruzaremos o qué decisiones tomaremos. Que la gente va y viene, y solo se queda quien quiere… y que, más pronto que tarde, llegará el día en que estos tres meses solo me traigan buenos recuerdos, por la ilusión que me hiciste sentir.

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