martes, 29 de noviembre de 2016

De sueños de nueve horas

¿No os pasa a veces, que tenéis un problema que no sabéis resolver y os atormenta, y de repente un día te despiertas y lo ves todo claro?

Pues hoy es uno de esos días. Gracias a un sueño de nueve horas (y a Twitter, jajaja) todo ha encajado en mi cabeza.

No os puedo dar detalles. Solo os diré lo que he aprendido: que no puedes empeñarte en entrar a cabezazos en la vida de alguien. No funciona así, esa persona tiene que darte permiso y querer que entres. Parece obvio —lo es—, pero a veces dejamos de ser racionales.

Y a ver, madurez ante todo, que de este patinazo el responsable soy solo yo. No se puede gustar a todo el mundo, y hay cosas que no se consiguen perseverando. O están para ti o no lo están. Probablemente sea una explicación más racional que ponerme a pensar en qué fallé.

Así que cabeza alta. Lo intenté, arriesgué, lo hice lo mejor que supe, no lo conseguí, y aquí paz y después gloria. Me sigue encantando él y sé que lo echaré de menos. Seguramente seguiré sonriendo como un imbécil al ver su foto. Y no voy a mentir, me duele no haberlo conseguido. Pero hay que mirar adelante, que queda mucha vida por vivir.

Os dejo con esta magistral letra de The Corrs.

There's only so much I can take, and I just gotta let it go.
And who knows? I might feel better if I don't try and I don't hope.

Maybe there's nothing more to say, and in a funny way I'm calm.
Because the power is not mine... I'm just gonna let it fly.


viernes, 25 de noviembre de 2016

Descentrado

Me pasa una cosa estos días, y es que quiero escribir, se me ocurren muchos temas de los que me gustaría hacer un textito. Pero cuando lo intento, no me salen más de tres frases. Quiero hablar de emociones, de amistades, de rupturas, del pasado y del futuro, de proyectos y de experiencias, e incluso de elecciones sindicales. Pero no soy capaz de elaborar nada.

Claro que hoy me he pasado 13 horas en la calle entre el curro y un atasco, y eso no ayuda en nada.

Estos días me encuentro descentrado, confundido, desorientado. Desde luego, no soy mi yo de siempre. Aunque prometo volver pronto a ser el borde insensible que conocéis.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Reflexión personal sobre Un monstruo viene a verme

El pasado fin de semana vi la película Un monstruo viene a verme. Ya la había visto, pero un amigo la quería ver así que lo acompañé al cine.

He de decir que esta segunda vez lloré más que la primera, no puedo adivinar por qué, aun sabiendo lo que iba a pasar.

No voy a decir que sea un peliculón, porque hay partes que me parecen mejorables, pero el final es muy bueno, y a mí personalmente se me hace algo doloroso.

No leas a partir de aquí si no has visto la película, porque te la voy a destripar.

Y parecerá estúpido que me afecte personalmente, pero hay cuestiones personales que, aun habiéndolas superado hasta el punto de que no me afecten en mi vida cotidiana, nunca pueden terminar de cerrarse.

Hablo de Conor y la muerte de su madre. Salvando las distancias por la edad, yo viví una situación parecida hace casi cinco años. Aunque por suerte tengo cuatro hermanas que me quieren mucho, siempre estuve muy unido a mi madre. Vivía a 130 km, pero la llamaba cada día, la visitaba varias veces al mes, consultaba con ella todas mis dudas. Era una parte fundamental de mi vida, aun siendo yo un adulto independiente.

Murió un día de año nuevo, tras meses con un estado de salud que no paraba de empeorar. Tenía yo 27 años (ahora tengo 32).

Por eso esta película me hace revivir todas las sensaciones dolorosas que tuve en aquella época. Por un lado la angustia de ver cómo se encontraba cada día peor, sobre todo los dos últimos días, y el deseo egoísta de querer que todo ese sufrimiento se acabara ya. Por otro, el dolor porque se iba, y porque no quería que se fuera, porque uno nunca está preparado para que se vaya alguien tan importante. Y, por último, el miedo. El miedo a afrontar la vida solo. Y esos meses posteriores de sentirme en la más absoluta desorientación, de no saber qué hacía ni adónde iba, de no pensar lo que haría la semana siguiente porque no me encontraba preparado para vivirla.

Esto pasó hace casi cinco años. Me acuerdo cada día de ella y sueño con ella a menudo. Miento si digo que no me duele que ya no esté. Pero no me paraliza. Y quizá películas como esta me ayudan a valorar lo que tuve, y a no dejar que el dolor me haga olvidar lo que merece ser recordado.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Del modo más cobarde

Hoy me he tirado a la piscina.

Pero lo he hecho del modo más cobarde. Le he dicho lo que sentía a quien me importaba, pero le he pedido que no me respondiera. Por un lado, no me atrevía a escuchar que la respuesta fuera negativa, como me imaginaba que sería. No sé si me faltan huevos o madurez emocional. Y por otro lado, si la respuesta no era negativa, igualmente no se merece que lo presione a decir algo que quizá no le apetecía.

(Bueno, hubiera sido más cobarde decirlo por WhatsApp. Pero no soy esa clase de hombre. Las cosas que importan hay que decirlas a la cara).

Ahora mismo tengo un lío de sensaciones contradictorias. Presumo de ser un tío racional, y racionalmente sé que he hecho lo correcto. Pero mi parte irracional me pregunta si no debía haberme callado y evitar la posibilidad de asustarlo, sobre todo con lo desagradable que he sido en la despedida.

Pase lo que pase a partir de ahora, quiero pensar que será para bien. Si no lo vuelvo a ver, al menos sé que ambos estaremos más tranquilos: él porque no lo molestaré, y yo porque me quedará claro que debo pasar página, sabiendo que lo puse todo de mi parte por un tío que merece la pena.

Y si nos volvemos a ver, que es lo que me gustaría, al menos tendré otra oportunidad de abrazarlo. (Sí, soy así de cursi).

Pero igualmente despedirse es de lo más duro. Ahora solo quiero dormir durante semanas.

Y lo más penoso es que, aun habiendo pensado durante días lo que quería decirle, al final ni siquiera he sido capaz de decirle lo más importante. Que no lo considero un juego, que no hay suplentes, no hay plan B, ni lo quiero buscar. Que apuesto por él. Si él quiere que lo haga.

Ahora solo me queda esperar a ver cómo pasan los días. Y confiar en que al final ocurrirá lo mejor.

martes, 15 de noviembre de 2016

Cuando te despiertas

- ¿No sabes qué hacer? Eso te lo resuelvo yo fácil. ¿Quién es la primera persona en quien piensas cuando te despiertas?
+ Mañana te lo digo.

(...)

+ Tenías razón. Es la primera persona en quien pienso al despertar.
- Pues haz lo posible por conseguir estar con él.

(Conversación que tuve con un buen amigo mientras hacíamos una tarta)

sábado, 12 de noviembre de 2016

A veces

A veces me gustaría abrazarte, decirte que todo saldrá bien y que de todo se sale. Aunque cueste, aunque duela.

Decirte que eres un tío fascinante y que estaré ahí para lo que necesites.

Incluso solo para estar a tu lado, aunque ni siquiera hablemos, y así sepas que no estás solo.

Porque verte contento me hace feliz.

Aunque no sea capaz de decírtelo. Aunque prefiera que no lo sepas.