martes, 31 de diciembre de 2019

En 2019...

Estoy empezando a escribir esto el día de Navidad, aunque lo publicaré en fin de año, como debe ser. Sin embargo, me apetece empezar a recopilar ideas porque, total, tampoco tengo mucho más que hacer. Eso sí, he programado la publicación para que salga mientras estoy volando a casa :)

Así que, en este año que acaba, 2019...

  • Normalmente empiezo contando lo personal, sigo por lo laboral, lo académico y lo más trivial. Pues en lo personal ha sido un año de mierda. Ha sido el año en que me he venido abajo. En que me he dado cuenta de que no sé cómo continuar. Y al mismo tiempo, en que noto que el tiempo se me va.
  • Así que en lo sentimental no tengo nada que deciros. Por ahora, estoy incapacitado. El año próximo ya veremos.
  • Pero no todo iba a ser malo, ¿no? Tengo una familia con la que puedo contar y unos amigos maravillosos.
  • En septiembre me reencontré con mis queridos hunters, con Aitor, Rafa, Miqui, Víctor y Fran. Desvirtualicé a Marc, por fin, después de tres años.
  • En este mismo viaje también quedé con Fede, a quien hacía dos años que no veía, y volví a visitar València.
  • También en el episodio de amigos queridos, vi un par de veces a Nando, dos en Sevilla y otra en Huelva, y lo pasamos genial; y una vez a Almu.
  • He conocido a gente que aporta, como Aarón (en Sevilla) y Pedro (en Hamburgo).
  • Volví a ir a Folsom. Esta vez fue un viaje muy corto, aunque me lo pasé muy bien. Y visitar Berlín siempre, siempre es una gran experiencia. Allí volví a ver a Dani, a Jose y a sus amigos de allí de Barcelona.
  • El trabajo quizá sí que ha sido lo más llamativo del año. En julio me propusieron irme tres semanas a Bremen, acepté, y estando allí me ofrecieron quedarme hasta final de año en Hamburgo, oferta que también acepté.
  • Por eso he pasado cinco meses y medio viviendo en Alemania. Una etapa con luces y sombras. Realmente, con pocas luces y muchas sombras, pero a la cual le sacaré el lado positivo.
  • Y siguiendo con el trabajo, hice huelga dos veces.
  • En cuanto a lo académico, me tomé la carrera con un poco más de tranquilidad, pero estudié bastante y obtuve muy buenos resultados. Un notable, dos sobresalientes y, destacadamente, una matrícula de honor en una de las asignaturas fuertes de la carrera. (Y comparando con el resumen de 2018: al final va a resultar que el estrés no me lo daban los exámenes...). Sin embargo, en junio me dejé una asignatura porque no podía con tantas, y por culpa de mi estancia en Alemania no he podido hacerla en septiembre ni en diciembre, así que tengo una segunda matrícula por primera vez.
  • Esto lo pongo al final pero es bastante importante: decidí operarme de la vista. Y fue una de las mejores decisiones de mi vida, me he olvidado de usar gafas y lentillas, al menos por ahora. Eso sí, ahora tengo los ojos muy secos, jajaja.
  • En cuanto a viajes, ya los he mencionado todos: Bremen, Hamburgo, Berlín, la excursión a Huelva, las vacaciones en València-Calp-Benidorm, y aunque fueran solo unas horas en cada sitio, Lisboa y Madrid.

jueves, 3 de octubre de 2019

Treinta y cinco

He visto que cuando cumplí 32 hice una entrada, cuando cumplí 33 lo mismo, y con los 34 no puse nada. Y no me extraña, visto en lo que estaba metido. Pero bueno, unos días después escribí una con lo de mi padre que —por desgracia— nos quitó el protagonismo a mí y a mi sobrina (que cumplimos casi a la vez, ella dentro de dos días).

Podría decir que es el cumpleaños que más solo he pasado, junto con el de 2007, que me encontraba en Berlín, donde tampoco conocía a nadie.

Así que despido los 34, un año que empezó mal, continuó para peor y que no se ha terminado de recuperar, aunque tengo esperanzas de que la cosa mejore en los 35. Sí, ya me leísteis hace unos días, mi vida está un poco en un hoyo, pero bueno, tendré que contar con que mejorará. Hamburgo se acabará en tres meses y luego viene la total incertidumbre, salvo que ocurra el increíble milagro de que encuentre otro trabajo.

No quiero ni pensar en lo que he aprendido de los 34, porque he aprendido bastantes cosas, pero me gustaría haberlas aprendido de maneras menos dolorosas. Pero bueno, la vida es eso, ¿no?

Así que de los 35 espero que me permitan estar bien. Con eso me basta.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Se nada der certo, continue fazendo nada

La libertad de saber que no te lee nadie, incluso menos gente que en la candado de Twitter.

Es domingo por la tarde. Bueno, son las 14.28, que para los alemanes ya es por la tarde, porque la hora de comer ya fue hace unas dos horas. ¿Y qué estoy haciendo? Estoy en el gimnasio.

La vista desde la bici en la que estoy. Llueve. Como todos los días en Hamburgo.

No sería nada extraño si no fuera por el motivo por el que me he venido. Y es que he decidido venirme porque tenía tal ansiedad que he abierto dos veces el frigorífico buscando comida.

Claro, "busca algo que hacer, lee, estudia, ve series". No sirve de nada si no te puedes concentrar, porque a los dos minutos de haber empezado lo quito buscando alguna otra estimulación. Y las mías son de las que te hacen sentir mal después de acabar como, por ejemplo, comer. Así que al menos en el gimnasio no puedo hacer ninguna de ellas y además me ejercito, aunque me aburra como una ostra.

Pero es que claro, mi salud mental es este meme.

This is fine.

Me obligo a pensar que todo está bien y que todo podría ser peor. Y es que es verdad, mis problemas son una gilipollez comparados con los problemas de la gente.

Estoy en Hamburgo. No me gusta vivir aquí, pero sé que se acabará dentro de tres meses. A lo tonto ya llevo aquí mes y medio.

Pero es que cuando vuelva, lo que me espera es peor. Un trabajo donde el ambiente ya estaba mal antes de venirme y donde estará peor cuando vuelva.

No puedo buscar otro trabajo porque sin estar titulado no me consideran en ningún sitio.

Pero no me puedo titular hasta que no acabe lo que me queda de la carrera.

Y no puedo dedicarme a estudiar si no trabajo, porque necesito comer. Y si dejo el trabajo, no tengo prestación por desempleo. Pero en mi empresa ya han insinuado que no van a despedirme, que si me quiero ir, debo firmar la baja voluntaria.

Todo esto sin considerar el pequeño detalle de que no creo que haya ningún trabajo para el que realmente sirva.

Desde el punto de vista social, aquí en Hamburgo estoy completamente solo. Y no me gusta. Pero tampoco quiero ver a nadie, porque me provoca una tensión que no me apetece soportar. Me vienen a la mente pensamientos que intento evitar. Siento que mis amigos y familia se limitan a tolerarme, pero que realmente soy poco más que una carga. Luego, racionalmente, pienso que no es así y que no tengo motivos para pensarlo. Pero así lo siento y esto me hace comportarme de una manera aún más rara. Hola, círculo vicioso. He vuelto a mis 14 años.

Y del emocional, ¿qué os voy a contar? Me siento atado de pies y manos. ¿Por qué, Dani? Deja ya de ser un drama. Pues mira, porque estoy convencido de que no voy a conocer a nadie que me entienda o a quien le interese. Sé que está todo relacionado con lo del párrafo anterior. Pero tampoco sé cómo llegar a conocer a nadie a quien le pueda interesar. Además de que a mí me gusta poca gente para más de un rato.

Y esto me lleva a una espiral destructiva, a querer aprovechar el tiempo que estoy aquí pero no tener ganas de hacer nada. A querer aprovechar las tardes después del trabajo pero llegar a casa tan cansado y desganado que lo que hago es comer dulces y sentirme mal. 

Así que me fuerzo a decir This is fine mientras todo arde, porque si hubiera visto alguna salida ya la habría cogido.

Y por eso estoy aquí en el gimnasio ahora.

Si nada sale bien, continúa haciendo nada, porque salió bien

viernes, 13 de septiembre de 2019

De gente que se acerca y que se aleja

Me apetece escribir sobre mis sentimientos, pero no los tengo en orden.

Por un lado, algún amigo que se había ido alejando de mí, recientemente ha decidido confirmarme lo que ya pensaba. Y después de tanto tiempo, da más pena que dolor. Pero oye, al fin y al cabo aceptas que la gente viene y va. Fuimos muy cercanos, fue muy importante en mi vida, pero hay caminos que se separan. Hace tiempo pensé y llegué a la conclusión de que todo el mundo evoluciona, sus vidas toman un itinerario que los hace coincidir con otras personas un tiempo, y la mayoría de las veces no es para siempre (por eso tampoco creo en el amor eterno).

Y por otro lado, me siento muy agradecido por haberme rodeado de gente especial y de que me acompañen cada día, aunque sea a miles de kilómetros. Gente que merece la pena y con la que puedo contar para lo que necesite. Y esto viene porque he pasado un fin de semana maravilloso con personas muy valiosas, que además nos llegamos a conocer casi por casualidad. Son mis AVL Hunters ❤️.

Ellos, junto con el "grupo principal", mis hey bitches, mi familia y alguno que otro desagrupado, me recuerdan cada día que vivir puede no estar tan mal, después de todo.

Os quiero. ❤️

domingo, 1 de septiembre de 2019

Iluminaciones

Cuando la vida requiere que hagas cosas ya, te pone problemas que necesitan toda tu atención y todo tu esfuerzo, todo lo que tiene menos importancia desaparece.

Me he dado cuenta de que el viaje a Bremen y la mudanza a Hamburgo me han servido para olvidarme de mi drama emocional. La necesidad de encontrar alojamiento, de adaptarme a un nuevo trabajo, de organizarme la vida de la manera menos perjudicial posible, han captado toda mi atención durante estas semanas.

Y no es que haya olvidado del todo a JJ, no lo he hecho. Y no creo que lo olvide nunca, porque por suerte o por desgracia, lo que pasó quedará para siempre. Pero si antes dolía, aunque fuera poco, ahora ya no duele. Esta frase de una de las canciones que más he oído estos meses atrás ya no es aplicable:

Si ya no queda nada de que hablar, si ya no queda nada que callar, ¿cómo puede ser que duela tanto? (Diciembre, La Oreja de Van Gogh)

También ha ayudado el hecho de no tener que estar enfrentándome todos los días a sitios y a acciones cotidianas que relacionaba con él de un modo u otro. Lo de cambiar de aires funciona.

Me sigue doliendo que se comportara así, y haberme enamorado de alguien que me respondió de esa manera. Pero esos aspectos tan concretos ya no los recuerdo a cada rato, a veces ni siquiera cada día. Por otro lado, estoy contento de empezar a volver a ser yo, porque en estos dos años no lo he sido. Había elegido dejar de serlo para gustarle a alguien que rechazaba los aspectos de mi vida que más me definían y más me gustaban.

No duele, pero afecta. Afecta porque traigo secuelas, porque donde antes confiaba ahora desconfío, porque donde antes me lanzaba ahora me retraigo, porque donde antes me enorgullecía ahora me avergüenzo. Y verme esas secuelas sí me duele, aunque esté intentando superarlas y sanarlas. Pero claro, cuando estás hablando con un amigo que te conoce de hace muchos años y de repente te dice... Dani, ¿por qué dices eso? Tú nunca has sido así... Sí, eso duele. Y no es su culpa, solo describe algo que es cierto. Soy, de nuevo, el gato escaldado, como en esta entrada de hace diez años.

Así que, bueno, de todo hay que sacar una lectura positiva. Aunque todavía estoy en las primeras etapas de la recuperación, he decidido no esconder las cosas que me gustan. Si eso significa que voy a estar solo, pues mira, como decía mi madre, a mí no me hace falta nadie. Es mentira, porque familia y amigos siempre hacen falta (y estoy muy orgulloso de los que tengo), pero no me hace falta una pareja, por mucho que eche de menos el cariño físico. O al menos, desde luego, no una que se limite a tolerarme y solo cuando está de buen humor. Yo vengo en un pack con todas mis características (¡incluido mi equipaje!), y no puedo ser personalizado a placer.

Por lo pronto, ahora toca pasar unos días en Sevilla, otros días con algunos de mis mejores amigos en Calp, y luego vuelta a la aventura alemana, por pocas ganas que tenga. Y, de ahí, aprovechar todo lo que pueda.

sábado, 17 de agosto de 2019

Alemania y sus sombras

Hace años, 15 concretamente, me volví de mi beca Erasmus en Erlangen completamente entusiasmado de lo que había vivido en Alemania, de sus costumbres, su civismo y su manera de hacer las cosas.

Era un chaval universitario de 19 años por entonces. Ahora soy un adulto de 34 que por motivos laborales se ha visto semi obligado a pasar en Alemania unos meses y veo las cosas de manera diferente.

Este país tiene muchas cosas buenas, ¡por supuesto! Pero dado que no lo estoy pasando bien, hoy voy a dedicarme a enumerar cosas que no me gustan.

Vamos con lo primero. El milagro económico alemán. Una de las primeras economías del mundo. Sede de grandes empresas, grandes industrias, uno de los centros mundiales de la tecnología, y primer país de Europa en riqueza. ¿Verdad?

Por eso hay tanta, tantísima gente sin hogar y tirada en la calle, gente que malvive con trabajos de pésimas condiciones y con sueldos que no dan ni para una habitación en un piso compartido. Por eso no solo los vagabundos rebuscan en la basura a ver qué pueden rescatar. Creo que he visto más gente durmiendo en la calle y rebuscando en la basura en Hamburgo que en Sevilla.

Los alemanes están súper concienciados con el medio ambiente. Pero solo cuando se refiere al consumidor. El consumidor debe separar los residuos, participar del sistema de devolución de envases, comprarse coches híbridos y usar el transporte público (estoy a favor de estas cuatro medidas, pero no de la manera en que son fomentadas). El consumidor pobre, claro. El rico puede hacer lo que le dé la gana, dado que todos los incentivos para ser ecológico son basados en el dinero. Si tienes dinero puedes contaminar todo lo que te apetezca. De ahí que las empresas puedan seguir generando residuos sin problema, porque la culpa del cambio climático es del pobre consumidor alemán que comparte piso, se ducha una vez a la semana y tiene un mini job.

(Lo de ducharse una vez a la semana no es una exageración. Hay bastantes alemanes que se duchan una o dos veces a la semana. Y si les dices que te duchas cada día te mirarán como un derrochador de recursos, a pesar de que hueles bien y ellos no).

Los alemanes, además, están muy preocupados con lo que comen. Por eso se preocupan de que todo sea de agricultura y ganadería biológica. Porque es muy importante no comer colorantes, conservantes, y otros aditivos que se han demostrado mil veces que no tienen ningún efecto negativo sobre la salud. Da igual, es muy importante que nuestra comida no los lleve. Sin embargo, es muy difícil encontrar productos sin azúcares añadidos. ¿Dulces sin azúcar? No existen. ¿Refrescos sin azúcar? Solo hay un par de ellos (la gama zero de Coca-Cola, el mezzo-mix zero de marca blanca y la gaseosa sin azúcar). ¿Edulcorante artificial, como la sacarina o el aspartamo? No se encuentra, no hay en los supermercados. Es artificial, ¡por favor! No quieren de eso. Prefieren tomar azúcar (sustancia que desde hace siglos se sabe que causa diabetes) antes que sacarina (que se ha demostrado inocua, pero es artificial).

Y vale, tan capitalista es Alemania como Andalucía. En ambos sitios no somos más que piezas que utilizan los burgueses para hacerse más ricos, dándonos uso como trabajadores (en nuestro tiempo de trabajo) y como consumidores (en nuestro tiempo libre). Pero aquí la sensación de impersonalidad me parece más fuerte. Quizá porque estoy trabajando en una fábrica con miles de personas y para llegar a ella tengo que coger un tren abarrotado, un autobús abarrotado y un barco abarrotado. Y durante todo el viaje no paras de ver publicidad. Está allá donde mires en las estaciones de transporte público, en el camino al trabajo, en las paradas de autobús. Aquí la cantidad de publicidad es el doble, y es bastante más llamativa, o a mí me lo resulta. Si a eso le sumamos que es difícil encontrar sitios para comer que no sean franquiciados, llegas a la conclusión de que la decadencia aquí está bastante más avanzada. Hasta las pastelerías son las mismas en todas las estaciones de la ciudad. Aquella pastelería tan mona que parecía única y que conocí en la estación de Altona, ya la he visto también en Hauptbahnhof y en Jungfernstieg...

Termino con un tema que me toca bastante la moral. Por desgracia he tenido que tratar con el mercado inmobiliario de la ciudad de Hamburgo. Y aquí hay mucha demanda y poca oferta de viviendas. ¿Eso en qué se traduce? En que los propietarios se creen semidioses con derecho a todo. De hecho, ponen anuncios de pisos en alquiler como mes y medio antes de que la casa se quede vacía, porque así pueden entrevistar a todos los posibles inquilinos y elegir al que más les gusta. No les basta con poseer un bien de primera necesidad y lucrarse de la necesidad de otras personas, sino que encima tienes que aguantar que te traten como basura irresponsable en tu cara. En una de las visitas a pisos tuve que soportar que la señora propietaria nos dijera lo que debíamos hacer para que no saliera moho en la pared de la casa porque si salía perdíamos la fianza. Todo esto sin saber aún si le íbamos a alquilar el piso. Panda de aprovechados.

Llevo una semana en Hamburgo y no sé si voy a aguantar mucho. Solo sé que no quiero estar aquí. Que este no es mi sitio. No sé si me equivocaré o me llegaré a adaptar, pero ahora mismo me siento fuera de lugar y quiero volver a mi vida.

domingo, 11 de agosto de 2019

En lugar hostil


Te despiertas en una habitación de hotel de mala muerte. Has dormido algo más de cinco horas porque llevas tres semanas trabajando de noche y aún tienes el ritmo cambiado. Y no has podido seguir durmiendo porque se oye todo lo que pasa en las habitaciones de al lado y los portazos de los otros huéspedes al salir de su habitación para entrar en el váter compartido por toda la planta, que tienes justo enfrente de tu puerta.

Te preguntas si es el peor sitio en el que hayas dormido jamás y te das cuenta de que probablemente sí, a porfía con ese mugriento hotel en Coimbra en el que pasaste una noche en un viaje escolar en el año 2000, la primera vez que dormiste fuera de casa. Este al menos no está sucio, pero vives con el miedo de que, en cualquier momento, alguien aporree tu puerta gritando cosas que no entiendes.

Estás en el centro de Hamburgo, junto a la estación central de ferrocarril. Sabes cómo has llegado hasta aquí, eres capaz de reconstruir todos los sucesos que te han traído hasta donde estás, pero no sabes qué demonios estabas pensando cuando aceptaste sucesivamente todas esas proposiciones que te han llevado lejos de casa y de aquello que te gusta.

Te quejabas de que no estabas bien, pero ahora miras esta habitación con ducha y un lavabo que no traga, tan pequeña que si abres la maleta no puedes abrir la puerta, y te preguntas si la solución a tus problemas era huir a un sitio hostil, a un trabajo que no conoces, y del que ya te han avisado que va a ser desagradable.

Echas de menos tu casa, tu cama, tu ciudad, tu coche, tu moto, incluso tu verano, ese del que tanto te quejabas. Y aun así no puedes permitirte pensar en esas cosas. Reprimes la nostalgia porque recuerdas que necesitas encontrar piso en esta ciudad antes de que acabe la semana, sabiendo que no vas a encontrar nada por menos de la mitad de tu sueldo mientras estés aquí, porque la ciudad es cara y ninguno de esos propietarios de casas en las que no viven quiere alquilarle un piso a un tío que solo viene para cuatro meses. Vuelves a sentir asco por el capitalismo, pero te ves obligado a jugar con sus reglas, así que ya es otro sentimiento que reprimes.

Hace un mes estabas en Sevilla y no tenías ni idea de que te iban a enmarronar yendo a Bremen primero y a Hamburgo después. Tú no querías esto, tú lo que querías era dejar el trabajo y terminar tu carrera. Ahora sigues atado en la misma empresa pero con un plus añadido de supervivencia, y por otro lado, lo único que te llenaba, tus estudios, los has dejado aparcados un cuatrimestre por esta mierda de idea de la que apenas sacarás quinientos euros al mes.

Y encima te quedas colgado de un compañero de curro al que solo conoces de tres semanas y que no volverás a ver pero, aunque lo hagas, no tienes claro si es hetero o si tiene novio, solo tienes claro que tus posibilidades son cero y que, probablemente, aunque las tuvieras, no te conviene.

Quieres pensar que has tocado fondo, pero en ese instante te recuerdas que eres un dramático, que «por lo menos tienes trabajo», y esa malintencionada conciencia que te introdujeron en tus años de crianza y aprendizaje te hace sentir mal por no estar bien, por no sentir los sentimientos correctos, los que se esperan de ti.

Feliz domingo Dani, disfruta de tu vida.

Actualizo: el mismo día que escribí esto, por la noche, encontré chinches en mi cama. Me habían picado. No, la habitación no estaba limpia como yo me pensaba.

martes, 25 de junio de 2019

El vacío post-exámenes

Querida audiencia,

esta mañana he terminado los exámenes de junio, con penas y glorias.

Penas porque he dejado Mecánica de Fluidos para septiembre, lo decidí el mismo día, media hora antes del examen. Y porque hoy he hecho Electrónica y he salido con una impresión tan mala que me siento un fraude. Bueno, entre eso y todos los demás motivos que ya tenía.

Glorias pero descafeinadas, por las que he aprobado. Sé que tanto Dibujo, como Prevención de Riesgos, como Operaciones Básicas con Sólidos y Fluidos están aprobadas, pero con notas muy cortitas, entre el 6 y el 7 las tres (aunque aún no sé qué resultado habrá tenido el examen de OBSF que hice para mejorar la nota, pero no me espero nada excelente de él).

Así que, de las cinco asignaturas que llevaba este año, he aprobado tres, una la he dejado, y la otra aún no sé qué resultado tendrá. Pero tres de cinco es bastante decepcionante, la verdad, sobre todo teniendo en cuenta lo que me queda. Y lo que más desanima es que solo llevaba cinco y he estado agobiado al máximo. De hecho han pasado cuatro meses desde febrero y ni me he dado cuenta porque no he tenido tiempo libre para pensar en ello.




Esta es la situación para terminar la carrera. Siete asignaturas en el mejor de los casos, diez en el peor. Y aún me pregunto cómo voy a arreglármelas. Veo que el año que viene no acabo.

Y ahora la peor parte: acabados los exámenes, que era mi meta personal más cercana, ahora no tengo nada que me distraiga y me puedo poner a pensar en lo mal que estoy en el trabajo.

Si es que el que está bien es porque quiere.

sábado, 11 de mayo de 2019

#DearMeTenYearsAgo

He visto este 'desafío' en Twitter y me ha gustado. ¿Qué le diría el Dani de hoy al Dani de hace diez años?

  1. No sabes nada de la vida. Es normal, te creerás muy maduro pero con 24 años eres un niñato.
  2. No estás bien, sé que no estás bien. Pero la vida mejorará, y llegará un momento en que no te arrepentirás de haberte mudado a Sevilla.
  3. Deja de ser dogmático. Infórmate de por qué defiendes lo que defiendes.
  4. Acércate a la gente inteligente. Deja de sentirte amenazado por ella.
  5. Aprende todo lo que puedas de quien puedas. Todo lo que aprendas te servirá.
  6. Valora tus buenas cualidades. Tienes muchas. Deja de centrarte en tus defectos, con la edad los pulirás.
  7. Has aceptado tu sexualidad, o eso te crees, pero no tu manera de ser. Sé como te guste ser. Haz lo que te gusta. Y, de una maldita vez, tener pluma no es malo, ni en ti ni en nadie. 
  8. El orgullo nunca ha dado de comer. Acércate a la gente a la que echas de menos. Pide perdón por tus errores y perdona a los demás.
  9. Todo el mundo es un compendio de buenas y malas cualidades. Deja de crucificar a la gente porque hayan hecho algo mal.
  10. Piensa bien antes de pensar mal. Intenta entender por qué los demás hacen lo que hacen, incluso cuando no te gusta lo que hacen.
  11. Piensa antes de reaccionar. Piensa antes de hablar. Te ahorrará pedir perdón luego y sentirte mal por haber hecho daño a la gente a la que quieres.
  12. No intentes cambiar a la gente. Si no te gusta el comportamiento de alguien, toléralo o aléjate, pero no te metas en su vida. Dale consejos si te los pide.
  13. No dejes que te cambien. No te dejes llevar por lo que 'deberías ser'. Encuentra tu propio camino y tu propia manera de ser feliz. La aprobación de los demás no te dará la felicidad.
  14. Di lo que quieres, busca lo que necesitas. No esperes que salga de los demás, porque a lo mejor no saben lo que necesitas. Y no tienen por qué saberlo, y no son peores por no leerte la mente.
  15. Trata bien a la gente buena, y estará ahí para siempre. Pero no te empeñes en soportar a quien no soportas. Solo también se está bien.
  16. Escucha a la razón antes que al corazón. Deja ir a quien ves que no te conviene, por enamorado que estés.
  17. No abandones a quien te quiere por quien te gusta. No merece la pena, lo pasarás mal.
  18. Afíliate a un sindicato ya. No te limites a pagar la cuota. Fórmate, infórmate y ayuda a tus compañeros.
  19. Termina tu maldito Proyecto Fin de Carrera.

La vista

Queridos, vengo a contaros mi historia con la miopía.

¿Cuándo descubristeis que veíais mal?

Yo lo descubrí nada más entrar en la universidad. En el instituto siempre había estado en clases pequeñas y, cuando pasé a aulas en grada y a sentarme bastante más atrás, veía peor la pizarra. Pero yo no sabía que era miope.

Lo curioso de la miopía es que uno da por hecho que es normal no ver bien las letras de lejos. Es normal, están lejos. Si quieres verlas, acércate.

Pues un día, hablando con una compañera en un cambio de hora, tenía ella sus gafas encima de la mesa y me dio por probar a verlas, lo que se hace siempre por la broma y la tontería. Cuál fue mi sorpresa, que al ponerme sus gafas leía perfectamente las letras de la pizarra, que se encontraría a una distancia como de unos 30 metros.

Mi miopía era lo bastante leve como para que no hubiera tenido repercusiones en mis estudios, pero agradecí el poder ver a partir de entonces. Tenía solo 1 dioptría en el ojo izquierdo y 0,75 en el derecho, pero era lo suficiente como para depender de las gafas en casi cualquier situación que no se desarrollara en casa (e incluso para ver la televisión me hacían falta si quería leer letreros como, por ejemplo, en las puntuaciones de Eurovisión).

Al año siguiente quise probar a llevar lentillas, animado también por compañeros de clase. Recuerdo que me gustó mucho la sensación de poder ver perfectamente sin tener nada apoyado en la nariz.

Así que he llevado gafas desde los 16 años y lentillas desde los 17. Tengo 34 años ahora, es decir, llevo con corrección óptica la mitad de mi vida.

Ayer, viernes 10 de mayo de 2019, me sometí a cirugía láser para corregir mi miopía. Ya no soy miope.

Los días antes de la operación estuve pensándomelo mucho e incluso arrepintiéndome. Es una operación arriesgada (realmente no tanto) y cara (realmente ya no tanto) para algo que no me resultaba tanto problema en mi vida diaria (realmente sí).

Ayer me operé por la mañana, estuve unas horas con los ojos irritados y con escozor, así que bastante reposo ocular y visual, y por la tarde pude salir a la calle. Más o menos, veía bien.

La gran sorpresa es la mañana siguiente. A mí ya me habían dicho que era una maravilla abrir los ojos y ver bien; pero a mí no me valía con eso porque yo veo bien de cerca. Para mí el choque ha sido al asomarme al balcón. Vivo en un quinto y puedo leer las matrículas de los coches aparcados junto a mi casa.

Ha sido un esfuerzo económico importante, pero estoy muy contento de como me encuentro ahora y de como veo. Me alegro de haberlo hecho y me gustaría que todo el mundo pudiera experimentarlo.

Ya no más ir a la óptica a probarme gafas, soportarlas sobre la nariz, limpiarlas porque se ensucian; ya no más meterme los dedos en los ojos para ponerme las lentillas y arriesgarme a conjuntivitis.

(Vale, dentro de unos años me vendrá la vista cansada, pero me queda algo de tiempo para disfrutar de esto).

Testimonio de un exmiope.

(Y felicidades a mí porque este es mi texto número 400 en el blog).

miércoles, 2 de enero de 2019

Pasando página

Por mucho que quieras algo, cuando no te hace bien, tienes que dejarlo ir. Antes de que te haga más daño, antes de que sea demasiado tarde.

Por mucho que cueste.

Y a mí me está costando muchísimo, pero si lo conseguí anteriormente, lo conseguiré ahora.

Me da miedo lo que hay por delante, también me da pereza, pena, y otras sensaciones más. Pero tengo que pensar en mí mismo y en estar bien el tiempo que me quede; y en aprender a ser emocionalmente saludable en mis próximas experiencias.

En 2018 quería ser más yo, y al final dejé de serlo para hundirme en una vida que no era la mía. A ver si en 2019 lo consigo.