En este último viaje que he hecho a Cádiz, ha surgido la oportunidad de ojear con mi hermana algunas cartas viejas que mi madre guardaba, de las que mi padre le había enviado en su juventud.
Mi padre había viajado mucho por trabajo. Las cartas empiezan cuando mi padre está cumpliendo el servicio militar, entre 1968 y 1970; de etapas posteriores hay postales de cuando trabajaba con Abengoa por toda Andalucía, y de nuevo cartas de cuando estuvo trabajando de electricista en la marina mercante, durante toda la década de los 70.
No nos dio tiempo de mirarlas todas porque eran muchas y fue todo bastante improvisado. No estaban ordenadas, así que vimos algunas en orden aleatorio; tenemos pendiente ordenarlas, leerlas, y a mí me gustaría escanearlas.
Las pocas cartas que nos dio tiempo a mirar me hicieron tener sentimientos que no esperaba. Al principio me sentía un poco contrariado porque, al fin y al cabo, estaba leyendo la intimidad de dos personas, que se escribían cartas solo para ellos, sin contar con que nadie más las leyera. Luego, acallé ese sentimiento y empecé a ver de primera mano la historia entre mis padres. Por supuesto que sé que mis padres fueron jóvenes, pero es la típica cosa que no te esperas hasta que te la encuentras: una pareja de chiquillos, él con 19 y ella con 15, enviándose cartas diciéndose lo mucho que se echaban de menos, lo mucho que se querían, y la preocupación porque ella se había quedado embarazada a esas edades (todo insertado en el contexto de la sociedad de la época, el franquismo y el nacionalcatolicismo), seguido de la ilusión cuando nace la niña...
Fue bastante emocionante, y estoy deseando volver a casa de mi hermana (probablemente en verano) para seguir leyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario