viernes, 4 de agosto de 2023

La politización de la lengua: el serbocroata

Bueno, sabéis que soy marxista, así que aunque el título sea “la politización de la lengua”, no voy a decir que la lengua no se ha de politizar ni nada de eso. La lengua es política, como lo son todos los aspectos de nuestra vida pública y social. No voy a ir por ahí.

Lo que quiero comentar hoy es el absurdo de utilizar políticamente la lengua de una manera que no se sostiene científica ni filológicamente.

Empecemos por dejar claro que la diferencia entre lengua y dialecto es únicamente política, como ya sabéis (o deberíais saber, a estas alturas). Tenemos innumerables ejemplos por todo el mundo, pero como ejemplos extremos tenemos, por un lado, el árabe, que está compuesto de diferentes dialectos que no se entienden entre sí y que tienen importantes diferencias gramaticales y léxicas, pero todos los hablantes siguen considerando que hablan árabe; y, por otro lado, el serbocroata, cuyos hablantes dicen que hablan serbio, bosnio, croata o (incluso) montenegrino, pero la lengua es exactamente la misma, con mínimas diferencias léxicas y algún rasgo gramatical que es preferido más en una zona que en otra.

Ahora que estoy aprendiendo serbocroata, estoy leyendo sobre la cultura de aquellos países y me estoy relacionando (activa o pasivamente) con hablantes de la lengua, muchas veces me estalla la cabeza con la clase de relación que tienen entre ellos y con su idioma.

Aunque los filólogos y lingüistas coinciden (casi todos) en la indiscutible unidad de la lengua serbocroata, que es una sola con cuatro estándares, entre la gente no lingüista las posiciones son de lo más variopintas.

En redes sociales, en foros, incluso en italki (la web que uso para encontrar tutores de conversación del idioma), te encuentras todo tipo de posturas, en algunos casos contradictorias dentro de la misma persona. En italki, la mayoría de los tutores de serbocroata de Serbia, Bosnia y Montenegro se identifican como nativos en los tres (o cuatro) idiomas. También la mayoría menciona en su vídeo que “son tres lenguas muy parecidas y que aprender una te permitirá hablar y entender las tres”. La cosa cambia cuando se trata de los tutores de Croacia: normalmente solo indican que saben croata y los demás idiomas no los indican ni los mencionan; algo así como si se tratara del húngaro o del griego.

Es lo que ocurre cuando la identificación nacional de la población se ha basado en la religión y se ha intentado trasladar a la lengua, sin que haya una equivalencia directa. No existe ningún rasgo lingüístico que distinga a ortodoxos y católicos, es decir, a serbios y a croatas. Y esto se ve, sobre todo, en Bosnia, que es donde la mezcla es mayor y donde el idioma, obviamente, identifica procedencia geográfica pero no adscripción nacional.

Esta fijación obsesiva en trasladar a la lengua los traumas nacionales al final, a quien perjudica, es a los hablantes de dicha lengua. Esta disgregación en tres o cuatro idiomas (siempre digo tres o cuatro porque hay pocos montenegrinos que hayan caído en la trampa del idioma montenegrino) hace que las empresas internacionales no vean como una prioridad ofrecer productos y servicios en serbocroata, mientras que sí se ocupan de otras lenguas vecinas con un número menor de hablantes, como el húngaro o el checo.

La historia reciente no ayuda, pero sería un gran paso adelante si la sociedad occidental empezara a aceptar que no necesitas una lengua diferenciada para tener una identidad nacional o étnica. 

martes, 1 de agosto de 2023

Reseña de Te estoy amando locamente (2023)

El domingo fuimos a ver la película Te estoy amando locamente, del director Alejandro Marín. He de decir que fue un poco in extremis, dado que ya la estaban quitando de casi todos los cines. Creo que es la tercera semana que estaba en cartelera y la mayoría ya la habían quitado, en Barcelona solo quedaban tres cines que la proyectaran y fuimos al Renoir Floridablanca.

Si no la has visto, quizá prefieras no seguir leyendo, porque aunque no contaré el final, voy a hacer algún spoiler.

La película está ambientada en 1977: corrían los años de la mal llamada transición democrática. Aún estaban en vigor las leyes fundamentales del franquismo, aunque ya estuviera aprobada una Ley de Amnistía para los presos políticos. Y el lugar donde transcurre es Sevilla, una ciudad donde el movimiento obrero era numeroso y se movía, pero la hegemonía social de la burguesía local, conservadora y franquista a muerte, era asfixiante.

Y la película empieza fuerte: el protagonista, estudiante de instituto y fan de Mari Trini, baila con su vecina en la boda de esta misma mientras otros asistentes a la boda lo insultan y se ríen de su pluma.

Desde ahí todo se desarrolla como cabría esperar: madre avergonzada, intenta reprimir a su hijo para que no hablen de ellos, lo lleva a un médico que le intenta aplicar una terapia de conversión, y el hijo se larga de casa para no aguantar esa opresión. Como ha pasado con tanta gente LGTBI+, acaba recurriendo a hacerse una familia en el ambiente, que son quienes lo acogen.

Hasta aquí los detalles que voy a dar del argumento: no voy a hacer spoiler del resto de la película.

Ahora voy a hablar de algunos aspectos de la película que me han gustado:

  • La ambientación. Sevilla en 1977. La ciudad es un personaje más en la película, y los lugares donde se desarrolla la acción son reconocibles por cualquiera que conozca la ciudad. Ya sabéis que viví allí trece años y la echo de menos muchísimo, así que esta película me ha tocado un poco la fibra también por eso. La Giralda y la Catedral, el Palacio Arzobispal, la calle Pureza o el Rectorado (antigua Fábrica de Tabacos) son lugares célebres de la ciudad que salen en la película, donde también se mencionan las huelgas de Hytasa.
  • Como parte de la ambientación: me parece genial y me ha alegrado muchísimo que todos los personajes de la película hablen andaluz (excepto un Guardia Civil, lo cual también entra dentro de lo normal cuando vives en Sevilla).
  • En cuanto a los personajes, al final les coges cariño a casi todos. Al principio odias a Remedios (la madre del protagonista), pero también entiendes que es hija de su época y que su primera reacción, aunque injusta, es la normal en esos años. Igualmente, hace un recorrido humano que la hace redimirse. También he de decir que en 1977 eran pocas las madres que hacían ese recorrido (aún en los 90 había muchísimas que repudiaban a sus hijes LGTBI+). Quizá el único personaje más odioso es Rocío, la viuda amargada del patio de vecinos cuya personalidad es hacerles la vida imposible a todos los demás.
La película tiene ciertos paralelismos con Pride, por cuanto relata el estado de los movimientos de liberación LGTBI+ en una época pasada, pero el tono de esta película es mucho más dramático que el de Pride y tiene escenas más duras.

En definitiva, esta película me ha encantado. Creo que era necesaria y que ayuda mucho a dar perspectiva al movimiento LGTBI+, sobre todo para quienes no conocen de dónde viene.