Hace años que quiero escribir aquí sobre estos temas. No tengo claro cómo estructurar el texto, y tampoco tengo mucho que decir, salvo quejarme de estas actitudes.
Recientemente he tenido dos interacciones en Bluesky que me han hecho pensar de nuevo en esto.
Ya os comenté hace diez años, en esta publicación sobre la incompetencia comunicativa, que la gente era excesivamente academicista. ¿A qué me refiero con esto? A dos cuestiones.
Por un lado, existe la actitud generalizada de tomar las prescripciones de la Academia como leyes a las que hay que adherirse en todo momento y en todo lugar, que además son infalibles y siempre correctas. Por ello, si en algún momento te desvías de esas prescripciones, estás hablando (o escribiendo) mal.
Por el otro, además, estas prescripciones se asumen como inmutables, talladas en piedra y merecedoras de conservarse por los siglos de los siglos. La consecuencia de esto es que cualquier modificación que haga la Academia de su propia normativa será inadecuada, inapropiada, incorrecta, y va a debilitar el idioma, empobrecerlo, corromperlo o cualquier otro verbo negativo que se os ocurra.
La mejor muestra de esto son las reformas ortográficas. ¿Cuánta gente rechaza las reformas ortográficas, añadiendo frases tópicas como que son la resistencia? Lo mejor es que estas personas se creen con mejor criterio que la Academia, a la que consideran que se ha traicionado a sí misma por haberse desviado de las inmutables e infalibles reglas.
A día de hoy tenemos un nutrido grupo de infelices que defiende a capa y espada la ortografía que aprendieron en el colegio, tanto en castellano como en catalán. En castellano porque la Asociación de Academias eliminó acentos en 1999 (guion, pio, rio) y en 2010 (solo, este, aquel), y en catalán porque el Institut d'Estudis Catalans en 2016 y la Acadèmia Valenciana de la Llengua en 2018 redujeron la cantidad de acentos diacríticos a quince.
Esto no es más que conservadurismo e inmovilismo, y no tiene ninguna justificación lingüística.
Estas personas tan preocupadas por la corrupción y el empobrecimiento del idioma, en su mayoría, no se han parado a pensar en las reformas anteriores a la ortografía que aprendieron en el colegio. La ortografía castellana fue reformada en 1959 para eliminar los acentos en palabras como fue o fui, y las consonantes superfluas en oscuro o sustancia. ¿La lengua se ha corrompido porque ya no escribimos esa substancia fué obscura? Sabemos que la respuesta es que no.
Y podríamos hacer lo mismo con cualquier modificación anterior de la codificación castellana, incluso antes de la Academia (sí, había vida y había el mismo idioma antes de la creación de la Academia).
Empecemos por partir de la base de que la ortografía es un convenio arbitrario. La ortografía nos sirve como criterio para poner por escrito lo que hablamos, que es la lengua oral real. Pero el proceso de reducir la lengua oral real (formada por sonidos) a signos gráficos puede hacerse de miles de maneras, y la ortografía que conocemos, la oficial que nos han enseñado en el colegio, solo es una de ellas. De hecho, es obvio que no todos los que creemos hablar la misma lengua (la lengua es un constructo sociopolítico, pero eso para otro día) la hablamos de la misma manera, incluso aunque la escribamos igual: la equivalencia entre grafías y sonidos es diferente para cada grupo humano, incluso para cada persona.
Podríamos escribir esta misma lengua:
- con caracteres ideográficos que nos inventemos, o con emojis
- con los caracteres ideográficos que usan los chinos, ya sean los tradicionales o los simplificados
- con los silabarios japoneses
- con un abjad, escribiendo solo las consonantes, como hacen los hablantes de árabe (de hecho, ya se escribía así el mozárabe, estrechamente emparentado con el castellano)
- con otro alfabeto, como el griego o el cirílico
- con nuestro mismo alfabeto, pero usando otros signos: si decidimos que el signo s se pronuncia como una f, se le cambia el significado al signo y sigue siendo válido en ese sistema
- de cualquier otra manera, siempre que sea conocida y compartida por varios hablantes
...y todas estas maneras serían válidas porque permiten la comunicación.
De las dos interacciones que os hablaba, en la primera me decían que eliminar el acento de solo debilitaba la lengua, aunque no fueron capaces de explicarme por qué y al insistir me acabaron bloqueando. ¿Cómo la eliminación de ese acento puede debilitar una lengua como la castellana? ¿En qué puede debilitarse la lengua castellana? ¿Va a haber gente que deje de hablarla por eso?
La segunda, mucho más civilizada, fue con un chico que defendía la coma vocativa en todos los casos y situaciones, a lo cual le dije que yo no la uso en algunas, de manera consciente y decidida. En concreto, en publicaciones de microblogging (como Bluesky) o en memes. Tanto la utilización como la supresión de la coma vocativa añaden un matiz emotivo o contextual al escrito. Y esto es así porque, igual que la lengua oral ha tenido siempre registros de uso mientras que la escrita los tenía mucho más limitados, desde la aparición de Internet y de la mensajería instantánea los registros de uso de la lengua escrita se han multiplicado, y la misma variabilidad que antes teníamos en la lengua oral (no solo en léxico, sino también en entonación, ritmo, gestos...) ahora la tenemos en lengua escrita, para lo cual nos hacemos servir de variaciones en la ortografía, la puntuación, o el uso de emojis o emoticonos (que algunos lingüistas ya consideran un tipo de signos de puntuación).
¿Qué hacer frente a esto? Difícil de decir. Muchas de estas ideas academicistas se transmiten en el colegio y en la familia durante la infancia, y son muy difíciles de combatir. Sí que es cierto que las redes sociales están permitiendo que muchos lingüistas hagan a la gente pensar sobre estos temas y cuestionarse lo que habían aprendido. Espero que sea un comienzo para derribar estas perjudiciales ideas respecto a la lengua.