martes, 20 de mayo de 2025

Frambuesas de Fin de Año

De vez en cuando, en casa compramos frambuesas. Esta semana las hemos visto en el Lidl y las hemos comprado, tenían muy buena pinta.

Para mí las frambuesas son una fruta de Fin de Año, porque en mi familia hay una historia que hace que las identifique así.

El 30 de diciembre de 2011, mi madre, por motivos, fue ingresada en el hospital. Todos los años pasábamos el Fin de Año con ella en su casa, y comíamos las uvas, pero ese año no iba a ser así.

La cuestión es que el repentino ingreso de mi madre en el hospital nos cambió los planes, y nos encontramos la noche del 31 de diciembre en casa de mi hermana (que vivía cerca del hospital). No habíamos hecho cena de Fin de Año, habíamos comprado unos bocadillos en un desavío junto al hospital. Y por supuesto, no teníamos uvas. Lo más parecido que mi hermana tenía para ofrecernos eran unas frambuesas que había comprado unos días antes para hacer una tarta con ellas.

Así que ahí nos tienes, a tres de mis hermanas y a mí delante de la tele y con un platito con doce frambuesas cada uno, preparados para comerlas con las campanadas.

Empezaron las campanadas y mis hermanas comieron una sola frambuesa, porque les resultaron demasiado ácidas y no pudieron seguir. Yo me comí las doce porque el sabor ácido de la fruta, por lo general, me gusta. Así que entré en el año 2012 con 12 frambuesas.

Mi madre se murió definitivamente a la hora de almorzar del día siguiente, el 1 de enero.

Por eso, para mí las frambuesas son una fruta de Fin de Año. Cuando las como no recuerdo la muerte de mi madre como una tragedia; al revés, me hace recordar lo que nos reímos mis hermanas y yo durante las campanadas, en ese Fin de Año improvisado por las circunstancias que nos había tocado vivir.

No serán mi fruta favorita, pero me encantan las frambuesas.


 

jueves, 8 de mayo de 2025

Deslocado

Ya es un poco un lugar común que escuche una canción sobre emigrantes y venga a deciros lo mucho que me identifico. En este caso, es la canción participante por Portugal en Eurovisión 2025. Para no repetirme, simplemente os dejo el enlace al vídeo y el texto.

Conto os dias para mim
Com a mala arrumada
Já quase não cabia
A saudade acumulada.
Cuento los días para mí
Con la maleta hecha
Ya casi no cabía
La nostalgia acumulada.
Do azul vejo o jardim
Mesmo por trás da asa
Mãe, olha à janela,
Que eu tou a chegar à casa.
Desde el cielo veo el jardín
Incluso por detrás del ala
Madre, mira por la ventana,
Que estoy llegando a casa.
Que eu tou a chegar à casa.
Que eu tou a chegar à casa.
Que eu tou a chegar à casa.
Que estoy llegando a casa.
Que estoy llegando a casa.
Que estoy llegando a casa.
Por mais que possa parecer
Eu nunca vou pertencer
Àquela cidade.
O mar de gente, o sol diferente,
O monte de betão,
Não me provoca nada,
Não me convoca casa.
Por más que pueda parecer
Yo nunca voy a pertenecer
A aquella ciudad.
El mar de gente, el sol diferente,
El monte de hormigón
No me provoca nada,
No me llama a casa.
Porque eu vim de longe
Eu vim do meio do mar.
No coração do oceano
Eu tenho a vida inteira.
Porque vine de lejos
Vine de mitad del mar.
En el corazón del océano
Tengo la vida entera.
O meu caminho eu faço a pensar
Em regressar à minha casa
Ilha, paz, Madeira.
Mi camino hago pensando
En regresar a mi casa
Isla, paz, Madeira.
Se eu te explicar palavra a palavra
Nunca vais entender
A dor que me cala
A solidão que assombra a hora da partida.
Si yo te explico palabra a palabra
Nunca vas a entender
El dolor que me calla
La soledad que ensombrece la hora de la partida.
Carrego o sossego de poder voltar
Mãe, olha à janela, que eu tou a chegar.
Cargo la tranquilidad de poder volver
Madre, mira por la ventana, que estoy llegando.
Por mais que possa parecer
Eu nunca vou pertencer
Àquela cidade.
O mar de gente, o sol diferente,
O monte de betão,
Não me provoca nada,
Não me convo...
Por más que pueda parecer
Yo nunca voy a pertenecer
A aquella ciudad.
El mar de gente, el sol diferente,
El monte de hormigón
No me provoca nada,
No me llama...
O mar de gente, o sol diferente,
O monte de betão,
Não me provoca nada,
Não me convoca casa.
El mar de gente, el sol diferente,
El monte de hormigón
No me provoca nada,
No me llama a casa.

miércoles, 7 de mayo de 2025

Primer encuentro con Viena

Podría definir mi relación con el alemán como de amor-odio, pero sin ser ninguna de las dos cosas. Después de tantos años y de tantas experiencias con ella, ahora mismo es una lengua que me resulta de la familia, como de casa. He pasado más de la mitad de mi vida en contacto con ella, empecé a estudiarla con 15 años y ahora tengo 40. No la he estudiado continuamente, pero leo cosas en alemán de vez en cuando, cuando se me cruzan en redes sociales y eso. He llegado a un punto en el que entiendo el 90% de lo que oigo y leo. Por otro lado, no soy capaz de hablarla fluidamente, y me gustaría recuperar mis habilidades en ella, pero no estoy tan motivado como para esforzarme. Ya no es mi lengua favorita como lo fue en mi adolescencia.

La cuestión es que, al menos en mi experiencia, la enseñanza del alemán está extremadamente centrada en Alemania. Esto podréis pensar que es lógico, y siempre está el argumento numérico: el 80% de los hablantes del alemán están en Alemania. Lo que no es tan lógico es que del resto de variedades no se enseñe nada. A mí incluso un profesor llegó a corregirme un uso que está muy extendido en el sur de Alemania y es incluso oficial en el estándar austriaco, solo porque no es oficial en Alemania. Así están las cosas.

(Para los más interesados, se trata del uso de sein como auxiliar para formar el perfecto de los verbos stehen, liegen y sitzen. Que diréis, ¿y por qué lo dices así y no con haben, como les gusta a los profesores alemanocéntricos? Pues primero, porque me resulta más lógico, y segundo, porque así lo interioricé cuando estuve haciendo Erasmus en el sur de Alemania).

También puedo añadir que en el tiempo que he estudiado alemán mientras vivía en Alemania, apenas hubo menciones a Austria o Suiza (ya ni pienses en Bélgica).

Como consecuencia de todo esto, aunque siempre me dio curiosidad Austria, mi conocimiento de Austria y de su capital, Viena, siempre ha sido bastante reducido. De hecho, mi impresión era que Viena era una linda y pequeña capital de un pequeño país sin demasiadas pretensiones; una cosa como podría ser, no sé, Bruselas o Dublín.

Mi impresión empezó a cambiar cuando empecé a estudiar serbocroata y, sobre todo, cuando hice allí una parada de varias horas en enero, de camino a Belgrado. El tiempo fue el suficiente para que Pau y yo pudiéramos acercarnos del aeropuerto al centro, dar un pequeño paseo y comer.

Estando allí me di cuenta de que la ciudad está pagadísima de sí misma. Para quien no entienda esta expresión valenciana, digamos que está encantada de conocerse. El pequeño paseo que dimos ya nos dejó clara la importancia histórica que ha tenido la ciudad. Vale, es algo un poco obvio si conoces la historia europea reciente, pero para mí fue chocante porque no esperaba que hubiera retenido tanto. Parecía que en cualquier momento te fueras a cruzar con Sissí Emperatriz.

La Ópera de Viena

Como he dicho, mi impresión también ha cambiado gracias a mi estudio del serbocroata. El estudio de una lengua nunca se puede hacer independiente de la cultura que la habla, por mucho que lo intentes. Yo no lo he intentado, me ha interesado saber sobre Yugoslavia y la cultura balcánica. Y claro, eso significa que no puedes evitar conocer lo que piensan sobre los vecinos que históricamente han tenido más influencia sobre ellos: los turcos (por el Imperio Otomano) y los austriacos (por el Imperio Austrohúngaro).

Aún a día de hoy la relación entre los pueblos exyugoslavos y Austria es enorme. La cantidad de exyugoslavos que viven en Viena es gigantesca (estando allí unas cuantas horas oímos hablar serbocroata en muchas ocasiones), y los que no viven allí, en su mayoría han visitado Viena al menos una vez. Hay numerosos vuelos diarios entre Viena y Belgrado, así como líneas regulares de autocares. Entre Viena y Zagreb es incluso más sencillo, hay varios trenes diarios.

Eso sí, que la relación sea grande no significa que sea buena. La opinión sobre Austria entre los balcánicos es bastante variopinta, pero tiende más a negativa: en la conciencia colectiva sigue pesando bastante el papel imperialista de Austria en la zona hasta hace poco más de un siglo. Esto no mejora si tenemos en cuenta que los serbios, croatas, bosnios y montenegrinos en Austria no cuentan con la mejor reputación, pues sigue pesando sobre ellos el sambenito de que son inmigrantes pobres y a menudo los austriacos los miran por encima del hombro. Por eso, si rascas entre exyugoslavos, es bastante fácil que encuentres quien critique Austria y los austriacos, a veces de una manera poco sana.

Con todo esto, Viena es una ciudad a la que me apetecería volver, esta vez sabiendo un poco mejor lo que voy a encontrarme allí. También puede ser una oportunidad para reencontrarme con la lengua alemana.