sábado, 11 de mayo de 2019

La vista

Queridos, vengo a contaros mi historia con la miopía.

¿Cuándo descubristeis que veíais mal?

Yo lo descubrí nada más entrar en la universidad. En el instituto siempre había estado en clases pequeñas y, cuando pasé a aulas en grada y a sentarme bastante más atrás, veía peor la pizarra. Pero yo no sabía que era miope.

Lo curioso de la miopía es que uno da por hecho que es normal no ver bien las letras de lejos. Es normal, están lejos. Si quieres verlas, acércate.

Pues un día, hablando con una compañera en un cambio de hora, tenía ella sus gafas encima de la mesa y me dio por probar a verlas, lo que se hace siempre por la broma y la tontería. Cuál fue mi sorpresa, que al ponerme sus gafas leía perfectamente las letras de la pizarra, que se encontraría a una distancia como de unos 30 metros.

Mi miopía era lo bastante leve como para que no hubiera tenido repercusiones en mis estudios, pero agradecí el poder ver a partir de entonces. Tenía solo 1 dioptría en el ojo izquierdo y 0,75 en el derecho, pero era lo suficiente como para depender de las gafas en casi cualquier situación que no se desarrollara en casa (e incluso para ver la televisión me hacían falta si quería leer letreros como, por ejemplo, en las puntuaciones de Eurovisión).

Al año siguiente quise probar a llevar lentillas, animado también por compañeros de clase. Recuerdo que me gustó mucho la sensación de poder ver perfectamente sin tener nada apoyado en la nariz.

Así que he llevado gafas desde los 16 años y lentillas desde los 17. Tengo 34 años ahora, es decir, llevo con corrección óptica la mitad de mi vida.

Ayer, viernes 10 de mayo de 2019, me sometí a cirugía láser para corregir mi miopía. Ya no soy miope.

Los días antes de la operación estuve pensándomelo mucho e incluso arrepintiéndome. Es una operación arriesgada (realmente no tanto) y cara (realmente ya no tanto) para algo que no me resultaba tanto problema en mi vida diaria (realmente sí).

Ayer me operé por la mañana, estuve unas horas con los ojos irritados y con escozor, así que bastante reposo ocular y visual, y por la tarde pude salir a la calle. Más o menos, veía bien.

La gran sorpresa es la mañana siguiente. A mí ya me habían dicho que era una maravilla abrir los ojos y ver bien; pero a mí no me valía con eso porque yo veo bien de cerca. Para mí el choque ha sido al asomarme al balcón. Vivo en un quinto y puedo leer las matrículas de los coches aparcados junto a mi casa.

Ha sido un esfuerzo económico importante, pero estoy muy contento de como me encuentro ahora y de como veo. Me alegro de haberlo hecho y me gustaría que todo el mundo pudiera experimentarlo.

Ya no más ir a la óptica a probarme gafas, soportarlas sobre la nariz, limpiarlas porque se ensucian; ya no más meterme los dedos en los ojos para ponerme las lentillas y arriesgarme a conjuntivitis.

(Vale, dentro de unos años me vendrá la vista cansada, pero me queda algo de tiempo para disfrutar de esto).

Testimonio de un exmiope.

(Y felicidades a mí porque este es mi texto número 400 en el blog).

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