Hoy me he tirado a la piscina.
Pero lo he hecho del modo más cobarde. Le he dicho lo que sentía a quien me importaba, pero le he pedido que no me respondiera. Por un lado, no me atrevía a escuchar que la respuesta fuera negativa, como me imaginaba que sería. No sé si me faltan huevos o madurez emocional. Y por otro lado, si la respuesta no era negativa, igualmente no se merece que lo presione a decir algo que quizá no le apetecía.
(Bueno, hubiera sido más cobarde decirlo por WhatsApp. Pero no soy esa clase de hombre. Las cosas que importan hay que decirlas a la cara).
Ahora mismo tengo un lío de sensaciones contradictorias. Presumo de ser un tío racional, y racionalmente sé que he hecho lo correcto. Pero mi parte irracional me pregunta si no debía haberme callado y evitar la posibilidad de asustarlo, sobre todo con lo desagradable que he sido en la despedida.
Pase lo que pase a partir de ahora, quiero pensar que será para bien. Si no lo vuelvo a ver, al menos sé que ambos estaremos más tranquilos: él porque no lo molestaré, y yo porque me quedará claro que debo pasar página, sabiendo que lo puse todo de mi parte por un tío que merece la pena.
Y si nos volvemos a ver, que es lo que me gustaría, al menos tendré otra oportunidad de abrazarlo. (Sí, soy así de cursi).
Pero igualmente despedirse es de lo más duro. Ahora solo quiero dormir durante semanas.
Y lo más penoso es que, aun habiendo pensado durante días lo que quería decirle, al final ni siquiera he sido capaz de decirle lo más importante. Que no lo considero un juego, que no hay suplentes, no hay plan B, ni lo quiero buscar. Que apuesto por él. Si él quiere que lo haga.
Ahora solo me queda esperar a ver cómo pasan los días. Y confiar en que al final ocurrirá lo mejor.
1 comentario:
Anima't Daniel! Ja voràs com tot passa i tot ha de ser senzill.
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