lunes, 21 de junio de 2021

Carrera finalizada

Pues acabo de defender el Trabajo Fin de Grado. Esto solo significa una cosa: ya soy, oficialmente, ingeniero químico.

Han pasado casi 21 años desde que el 2 de octubre de 2000 entrara en mi primera clase universitaria, la clase de Química Física que nos daba el Dr. Jesús Ayuso, un hombre fascinante porque daba su clase completa, incluidas las demostraciones, con solo media cuartilla de papel.

Aquello fue en Puerto Real, y fue una aventura universitaria gaditana que duró hasta 2007, cuando me examiné de mi última asignatura y me quedé pendiente de hacer el Proyecto Fin de Carrera mientras buscaba prácticas.

Gran error porque ya sabéis el resultado: me metí en las prácticas, luego encontré un trabajo, y el PFC fue abandonado poco a poco hasta morir en el olvido.

Esto, que en otros lugares del mundo no sería un problema, aquí es un escollo laboral insalvable: si no tienes tu título es como si no hubieras estudiado nada. En ninguna oferta me consideraban por no tenerlo. En algunas me lo dijeron expresamente: esta oferta es solo para titulados.

No sabía qué sería de mi vida, y pensé que me iba a quedar siempre en esa situación, hasta que en 2017 dos compañeros de trabajo me hicieron pararme a pensar. ¿Y si la intento acabar? Es una locura, pero no es imposible. Pensaba que solo podría hacer algo a distancia, pero uno de ellos, de hecho, estaba estudiando una carrera nueva (ya tenía dos), y lo hacía yendo a clases presenciales, simultaneando con el trabajo.

El camino iba a estar lleno de piedras. La primera, el acceso. No puedes hacer un traslado de expediente, primero tienes que acceder a una plaza. No te puedes presentar por la vía de mayores de 25 porque ya tienes la selectividad hecha. ¿Tu nota? Un 8,71 sobre 10. Las notas de ahora son sobre 14. ¿Y no te la ponderan? No. Tienes un 8,71 sobre 14. Pagas la certificación oficial de la selectividad y presentas la preinscripción.

Suerte que la nota de corte se quedó en 8,5 y entraste en segunda adjudicación, porque en primera te quedaste fuera (el 7º en la lista de espera). Vale, ya estás dentro. Ahora tienes que matricularte y hacer traslado de expediente. Y solicitar la convalidación el reconocimiento (ahora se llama así) de las asignaturas que has hecho. Porque querrás que todo lo que hiciste en su momento te sirva de algo, ¿no?

Vale, haces la matrícula, pagas la matrícula. Pagas el traslado de expediente, pides a la UCA los programas de las asignaturas que aprobaste, rellenas la solicitud a la US, presentas la solicitud con los programas por duplicado o triplicado... te gastas 20 euros en copias impresas y presentas el tocho en la secretaría. Que ya te responderán en 3-4 meses, dicen. Mientras tanto, ve a clase. Tú vas a clase de las dos que seguro que tendrás que hacer porque no existían en Cádiz (Electrónica e Informática) y rezas al universo para que te acepten los reconocimientos.

3-4 meses después te dicen que el 60% de la carrera lo tienes reconocido. El 40% restante tienes que cursarlo, examinarte y aprobarlo. Tus planes de sacarte la carrera en un solo año se van al carajo.

Así que ese año se convierte en cuatro. Cuatro años intentando compaginar ir a clase, ir a prácticas, con tu trabajo a jornada completa. Y no se da mal, a cuatro-cinco asignaturas por año, pero lo vas sacando. Con el paréntesis del cuatrimestre que pasaste en Hamburgo, poco a poco va saliendo todo. Incluso con una pandemia de por medio que te vino genial: dejaste de tener que ir a trabajar y pudiste dedicarte a ir a clase de manera virtual.

Así llegamos a 2021, ese deseado año en que apruebas las últimas asignaturas que te quedan y te enfrentas al temido Trabajo Fin de Grado. Tienes miedo de volver a fracasar en el mismo punto. Pero con mucha más constancia que en 2007, y con todo lo que has aprendido en estos años, te marcas objetivos pequeños y los vas cumpliendo y superando.

Te preparas la defensa de una manera brutal. Te pasas una semana haciendo el powerpoint, los dos últimos días ensayas sin parar, te acaba doliendo la garganta. Haces modificaciones hasta el último momento porque siempre te pasas de los 20 minutos.

Te presentas a la defensa, haces tu exposición bien, no te pones demasiado nervioso, explicas todo de manera tranquila y natural, como tú eres, porque te puedes aprender datos de memoria, pero no discursos. Pero el último momento no iba a ser fácil. Un tribunal de tres miembros, dos de ellos amigables, pero uno extremadamente hostil que lo critica todo de tu trabajo y te hace preguntas a mala idea para intentar arrinconarte. No lo consigue porque, como dice tu tutor, se te nota la honestidad. Por otro lado, tienes 36 años, llevas 13 peleándote con alimañas en el trabajo y 6 organizando asambleas. Y, además, los otros dos miembros del tribunal salen a defender tu trabajo.

Y en palabras de tu tutor, «tienes un 9 muy peleado. Con otro tribunal habrías tenido un 10 sin pelear». Pero oye, que estás aprobado, ya va bien, es suficiente. Ya has acabado. Fin.

Enhorabuena, veintiún años después, pero ya eres ingeniero químico.