Bueno, aquí está mi esperadísima crónica del viaje a Belgrado.
Salimos el sábado por la mañana, para aprovechar desde el primer día de vacaciones. El vuelo era directo, Barcelona-Belgrado, comprado con Air Serbia, pero operado por Dan Air, es decir, que la tripulación ni hablaba castellano, ni catalán, ni tampoco serbio; solo inglés y rumano. La sorpresa es que nos dieron una botella de agua y un bocadillito sin coste, como hacía Iberia antiguamente, cuando era una compañía decente.
El bocadillo de pechuga de pollo y el agua, cortesía de Air Serbia. |
Llegamos con retraso porque habíamos salido de Barcelona con retraso, poco menos de una hora. El cielo en Belgrado estaba encapotado, pero no llovía ni hacía frío; bajamos y el aeropuerto de Nikola Tesla tenía muy buena cara, entiendo que lo han renovado recientemente.
El aeropuerto Nikola Tesla de Belgrado y su reciente reforma. |
Una vez en el aeropuerto, primero fuimos a comprar una tarjeta para el móvil, para tener internet mientras que estábamos allí. El puesto de la operadora móvil estaba en la misma zona de llegadas, junto a las cintas, así que fue muy conveniente, no hubo ni que buscarla. Fue nuestro primer contacto con serbios y fue una agradable sorpresa, la chica fue muy simpática y dicharachera y, aunque no pude hablarle en serbio porque rápidamente me respondió en un inglés buenísimo, la interacción fue positiva. No lo fue tanto la interacción con la señora de la agencia de cambio (menjačnica) que fue bastante más seca y que nos redondeó a la baja la cantidad de dinares que nos tenía que dar. Menos mal que íbamos con la lección leída y solo cambiamos lo estrictamente necesario para coger el autobús al centro, porque los tipos de cambio en el aeropuerto son realmente desfavorables.
El autobús al centro fue realmente una experiencia (no especialmente agradable, por suerte fue corta). El autobús, realmente un minibús de unas 10 plazas, iba tripulado por una conductora que solo hablaba serbio (y tampoco estoy seguro de eso) y que no parecía estar del todo allí, y una acompañante que le daba conversación y que hablaba algo de inglés por si acaso. Después de un viaje de unos 30 minutos en los que la conductora fue fumando todo el rato, el autobús nos dejó en Ekonomski fakultet, donde supuestamente no había una parada, pero nos bajaron a todos allí. A nosotros ya nos fue bien porque estaba mucho más cerca de nuestro hotel que la parada reglamentaria.
Tras un paseo cortito, de unos 15 minutos, a través de un par de calles empinadas (porque Belgrado tiene relieve) y de lo que parecía una redada policial en un supermercado, llegamos al hotel Amsterdam, donde hicimos check-in sin problemas. La chica de la recepción fue un amor y accedió a hablarnos en serbio y no en inglés, a pesar de mi falta de fluidez. Subimos a la habitación y descansamos un poco antes de salir a descubrir mundo.
Del hotel nos sorprendió su buena ubicación. Al no conocer la ciudad, elegimos el hotel un poco aleatoriamente, parecía estar relativamente cerca del centro y tenía buenas instalaciones. Lo que no sabíamos es que estaría en tan buen sitio: a cinco minutos caminando de Trg Republike y de Knez Mihailova, y justamente en Zeleni venac, un gran intercambiador de autobuses con un mercado enfrente, que quisimos visitar, pero al final no tuvimos la oportunidad.
Paseamos un poco por Knez Mihailova, donde nos sorprendió la cantidad de gente que había paseando por la calle, y que a pesar de haber pocos turistas, la gente no se sorprendía nada de vernos por allí y de oírnos hablar en un idioma forastero. Visitamos unas cuantas librerías que había por allí, y fuimos a cambiar el resto del dinero en efectivo: nos sorprendió que toda la ciudad (y, por lo que hemos visto en la tele, todo el país) está llena de oficinas de cambio, porque al parecer, aunque el dinar es la única moneda de curso legal y está prohibido comprar o vender en otra moneda, la gente suele utilizar mucho los euros, para grandes transacciones o guardar sus ahorros. Y los tipos de cambio que ofrecen estas oficinas es bastante bueno (sobre todo si sales de las calles más concurridas), diría que incluso mejor que el que nos daba Revolut, que ya era bueno. A la vuelta nos paramos a comer en un puesto de comida rápida y la comida acabó siendo un poco más pesada de lo que esperábamos, pero estaba muy buena.
Nos pedimos una ración de ćevapi cada uno, con sus papitas y su bebida. |
Después de esto decidimos ir a ver la Feria del Libro de Belgrado (Sajam knjiga), que daba la casualidad de que se celebraba esa semana. Fuimos caminando: fue una media hora de camino, en la cual paseamos por la zona donde están las embajadas, ministerios y un edificio bombardeado por la OTAN que ahora está cubierto de un mural de propaganda incitando a los jóvenes a alistarse en el ejército serbio.
El hotel Moscú, muy conocido por su singular arquitectura. |
El viejo edificio Generalštaba (Stara zgrada Generalštaba) y un mural propagandístico (al que le falta la parte izquierda). |
Llegamos a la feria, un lugar enorme, con dos edificios y diferentes plantas con sus puestecitos y sus libros en exposición. Los libros estaban muy baratos, la mayoría por menos de 1000 dinares (8,5 €) y tampoco es que la feria estuviera precisamente vacía. Al final, cuando parecía que nos íbamos a ir sin comprar nada, a la salida pasamos por la Feria de la Educación que estaba en el pabellón contiguo y donde no había casi ningún visitante ya, y vimos un libro sobre verbos serbios que parecía interesante, por solo 800 dinares.
Mi nuevo libro de verbos serbios. |
Enlace a la segunda parte.
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