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sábado, 28 de enero de 2017

De rupturas y olvidos

Como os he comentado, recientemente lo dejé con mi pareja, con quien había pasado cuatro años.

Ya sabemos que la vida de hoy está expuesta a las redes sociales. Vale, la de todo el mundo no, pero yo hablo por mí. Depende de en qué red social hablo más o menos de mi vida personal. En Facebook la expongo bastante, porque con mis contactos de Facebook tengo un trato bastante personal.

Un par de semanas después de esta última ruptura decidí cambiar mi estado sentimental en Facebook. Me daba algo de miedo, dado que lo que menos me apetecía era que le apareciera a todo el mundo en las noticias «Dani está ahora soltero», y que todo el mundo viniera a preguntar. Por suerte, parece que en Facebook han tenido unos cuantos años para aprender que eso no debe aparecer en las noticias, y así lo hacen. Ese cambio de estado no destaca.

Lo que me sorprendió era que, al cambiar mi estado sentimental, Facebook me ofrecía «darme un respiro», con varias opciones, entre las que estaban dejar de mostrar las actualizaciones de mi ex, ocultar los recuerdos que tenemos en común (fotos y otras publicaciones) o incluso eliminarlo de la lista de amigos.

Yo elegí no hacer nada de eso y dejarlo todo como estaba. Por suerte, la ruptura con mi ex fue amistosa y seguimos teniendo una muy buena relación.

Y afortunadamente, no siento que tenga que ocultar nada de estos cuatro años pasados. Igual que no oculto nada de los dos y medio que pasé con mi pareja anterior. Ha sido un tiempo del que no me arrepiento. Y aunque a veces me dé pena recordar cosas de esos años, no quiero olvidarlas, no quiero hacer como si ese tiempo no hubiera existido. Y eso es algo que mis parejas futuras, si las hubiera, deberán aceptar.

Tuve una pareja con quien pasé seis meses, pero el periodo posterior a la ruptura no fue tan amistoso (éramos mucho más jóvenes e inmaduros, al menos yo) y dos meses después de romper nos dejamos de hablar y acabé por borrar las fotos que teníamos en común en las redes. ¿Sabéis qué? Han pasado ocho años de eso y hoy en día me llevo genial con él. Por suerte, volvimos a hablar, reconocí mis errores, y poco a poco volvimos a establecer una amistad. Hoy lo considero casi imprescindible en mi vida, y si me arrepiento de algo es de no haber mantenido la cabeza más fría en su momento y de haber pretendido borrar el tiempo que pasamos juntos.

Me enorgullezco de decir que todas las parejas serias que he tenido me han hecho crecer, madurar y aprender, de un modo u otro, y hoy tengo claro que el tiempo que pasé con ellos no es un tiempo perdido sino ganado. Aquí les dejo mi reconocimiento.

domingo, 22 de enero de 2017

¿Cuánta Sevilla...?

Estos últimos días que he estado saliendo más y haciendo cosas diferentes, fuera de mi zona de confort, me ha venido varias veces a la mente una pregunta, que curiosamente es el eslogan de la web de Sevilla21, en cuyo foro entraba hace años.

¿Cuánta Sevilla me estoy perdiendo?

Me temo que mucha, y no me gusta, porque cuanto más conozco esta ciudad más la quiero. A ver si este año 2017 hago por conocerla mejor.

lunes, 16 de enero de 2017

El duelo y el rechazo

Queridos amigos, habéis vivido conmigo el amor, el frenesí y el golpe. Ahora vamos a vivir juntos el duelo.

Hoy vengo a hablaros de que soy como un puñetero perro de Pavlov. Condicionamiento clásico.

Soy una persona de naturaleza curiosa. Cuando me interesa algo, quiero saberlo todo. Por ejemplo, cuando en 2010 empecé en el mundo de la musculación, estuve meses leyendo foros, libros, viendo vídeos. Lo mismo con cualquier otro tema que me pueda interesar. Después la obsesión se me pasa y olvido muchos de los detalles que he aprendido, pero me queda un poso, y en algunos casos, el tema del que me «obsesioné» pasa a formar parte de mi vida cotidiana.

(Entre otros motivos, creo que por eso la gente me dice que sé muchas cosas: porque en algún momento me ha podido interesar un tema y he aprendido mucho sobre él, así que retengo algunos conocimientos).

Pues cuando me gusta una persona, me pasa lo mismo. Intento saber mucho sobre ella, conocerla al máximo. ¿Cuál es el problema? Que hago asociaciones mentales bastante fuertes. Y si todo va bien no hay problema, pero si hay algún desengaño o alguna experiencia negativa, todas estas asociaciones me causan un rechazo igual de fuerte. Ejemplo, en 2008 un tipo estuvo engatusándome para luego pasar de mí, así que luego estuve meses sin pisar el Corte Inglés, porque era su tienda favorita y había ido allí con él. No era despecho, simplemente repulsión, no me apetecía estar allí, se me hacía incómodo. No sé si me explico.

En mi desengaño reciente he hecho algunas asociaciones claras. Tal grupo de música cuya discografía me bajé para ponerla en el pen del coche, por si venía a visitarme. Aquella canción que le encanta. Este producto del desayuno que le gusta y por el cual nos picábamos. Hasta ahí bien, son cosas sin las que puedo vivir. El problema es cuando el rechazo me lo provocan elementos menos evitables como, por ejemplo, su ciudad. No me apetece pisarla ni oír hablar de ella, lo cual es bastante ingrato por mi parte, dado que tengo muy buenos amigos allí.

No me gusta ser así, no me gusta funcionar de esta manera tan irracional. No me gusta coger aversión a cosas que no tienen por qué desagradarme, solo porque una persona me haya herido. Al fin y al cabo también tengo buenos recuerdos y son los que deberían primar, incluso al recordar a esta persona, con quien pasé muy buenos momentos.

Y por supuesto, odio ser así de visceral, así de simple, en definitiva. Vivo con eso, porque me ha pasado siempre; solo espero que esta vez no sea por mucho tiempo. A ver si se notan los años y todo mejora rápido ;)

jueves, 5 de enero de 2017

Demasiado lejos, demasiado difícil

Lo siento por ustedes, mis lectores, que habéis estado meses leyendo mis altibajos emocionales. Lo de hoy es un bajo, pero que espero que sea el último en este tema.

Bueno, reconozco que la culpa es mía. Quise jugar a un juego que sabía que casi seguro iba a perder. Y para jugar tuve que arriesgar. Puse en juego esfuerzo, sacrificio, una cantidad económica (que no voy a decir porque soy un caballero pero que no me duele, y que me volvería a gastar) y, lo más doloroso, una relación de cuatro años.

(Este tema, el de la relación, lo trataré en otro momento, si es que reúno el valor. Desde que lo dejamos en septiembre no he sido capaz. Y sé que, al no haber dicho nada aquí, parece que no me ha afectado. Ya escribiré algo).

Que las posibilidades de ganar eran bajas lo sabía. Pero quise ser optimista, porque así soy yo. Cuando me gusta alguien voy con todo... y él me gustaba mucho. Mucho más de lo que me puedo permitir. Pero ay, problema, que para que surja algo, también tengo que gustar yo. Y eso es lo que no funcionó. Yo era consciente de las debilidades de mi oferta, pero por mucho que supiera que lo tenía difícil, si no me presentaba, era seguro que no podía ganar. Y así estamos.

No voy a reprocharle que jugara conmigo. Y no lo haré porque yo sabía que lo estaba haciendo. Cuando alguien solo te cuenta lo que conviene pero calla lo demás, eso no es sinceridad. Y a lo mejor otro no, pero yo me doy cuenta de eso. Mi hermana dice que soy un manipulador, y a un manipulador es difícil engañarlo. Como dice la frase popular, ¿vas a venir a robar a la cárcel?

¿Es mejor así? ¿Es mejor que no haya funcionado? Puede ser. Como una vez dijo sobre mí un ex (al que quiero mucho y al que vi el mes pasado), massa lluny, massa difícil. Demasiado lejos, demasiado difícil. Y esto, si hubiera salido bien, iba a ser difícil. Es que lo fácil no me gusta.

Soy la clase de persona que guarda este tipo de recuerdos. Ahora toca buscarles una caja y esconderlos donde no duelan.
Que duele, sí. Que no se me acaba el mundo, lo tengo clarísimo. Ahora... que no sé cómo me ha dado tan fuerte, y que tardaré en encontrar un tío que me guste así, también lo tengo muy presente. Al fin y al cabo ya me lo dijo mi hermana... «no te había visto así por un tío desde el instituto». Eso son las flechas de Cupido.

Ahora sí empieza la soltería. Y me vais a permitir que la empiece pasando la tarde de Reyes tirado en la cama.

martes, 3 de enero de 2017

Lo que viene en 2017

Hace ya unos cuantos años que no me hago propósitos. Es normal, después la sensación de haberme decepcionado no la soporto. Pero por lo menos, después de 32 años conmigo mismo, ya me conozco y estas cosas ya las sé.

Mi propósito para 2017 es parecerme más a lo que he soñado (y sueño) de mí mismo. Ser más auténtico, como diría la Agrado. En el terreno político, en el físico y en el emocional.

Y eso incluye luchar más por las cosas en las que creo y por las personas con quien quiero estar (y que quieren estar conmigo, detalle importante que en 2016 no siempre recordé).

Sospecho que el 31 de diciembre de 2017 —si sigo vivo— estaré en la misma ciudad, en el mismo trabajo, con las mismas personas, y a grandes líneas igual que ahora, pero seré una persona más completa.