Bueno, lo prometido es deuda, así que aquí estoy de nuevo para explicar lo que pienso sobre el andaluz.
Ya expliqué que me molestaba bastante la actitud que se tiene acerca del andaluz, no sólo fuera de Andalucía, sino también dentro. Y todo esto no tiene más que un motivo: el desconocimiento, la ignorancia sobre nuestra lengua, sobre lo que hablamos.
Y digo nuestra lengua y digo bien, porque sencillamente, decir nuestra lengua no quiere decir nada de que sea una lengua exclusiva o no lo sea. Leí hace tiempo, en el prólogo de un libro de gramática castellana, que un cierto escritor, cuyo nombre no conozco, hablaba de que escribía en lengua cubana. Y lo hacía correctamente, porque al fin y al cabo, escribía en la lengua que hablan los cubanos. Querer imponer un nombre único para una lengua es un poco imperialista, ¿no creéis?
Si quiero decir que hablo andaluz estoy en mi derecho, porque lo que hablo es la lengua que aprendí donde me crié, en Andalucía. Por lo tanto, hablo andaluz.
¿Es la misma lengua que el castellano?
Mi respuesta es: sí y no.
Y he de decir bien claro, NO, porque todos los motivos que nos dan siempre para defender la unidad de la lengua, nuestra pertenencia a la lengua castellana, son en su mayoría falsos. Todo el mundo sabe que Andalucía no quedó despoblada después de la guerra santa castellana (conquista militar, llamadlo como queráis, lo de Reconquista es incorrecto). Existen escritos sobre este tema, y si se hubiera despoblado, no tendría sentido una expulsión de los moriscos en 1609. Entonces, una Andalucía llena de andalusíes (podemos llamarlos andaluces, ¿no?) y que se intentó repoblar con dudoso éxito (como reconocen los historiadores), no creo que haya cogido la lengua de los castellanos tan fácilmente. Al contrario, la lengua de aljamía (el mozárabe) se mantuvo muy viva. De este mozárabe desciende lo que hablamos hoy los andaluces, con ciertas influencias externas, claro.
Ahora, también he respondido que sí. Es un sí con reservas, sin embargo. Sí, porque los más de cinco siglos de ocupación y aculturación castellana en Andalucía han hecho que ambas variedades hayan convergido, se hayan acercado en lugar de alejarse. El castellano ha aprendido palabras andaluzas, y el andaluz ha cogido muchas palabras castellanas. El sí es con reservas, porque mientras que nosotros entendemos y aceptamos los usos localistas castellanos, las estructuras y particularidades gramaticales que son exclusivas de allí (como el leísmo), ellos no hacen lo mismo con las nuestras. La normativización y normalización del tan celebrado castellano (ahora rebautizado a español para gloria del nacionalismo rojo y amarillo) se han hecho completamente de espaldas al andaluz, ignorándolo y minorizándolo. Diciéndonos que hablamos mal, que sólo hablamos ‘un dialecto’, y que somos unos incultos por utilizar estas estructuras gramaticales que, por un motivo u otro, no han llegado a cuajar en Castilla o no han querido aprender los castellanos.
Hablamos ‘un dialecto’, sí… ‘un dialecto’ que los castellanos olvidan que fue el habla de prestigio en el siglo XVI. En esa época, hablar castellano era de campesinos; la gente importante, con dinero, hablaba andaluz. Y sólo hace falta mirar a América para ver una demostración. La primera colonización americana se hizo en andaluz. Cuando el castellano pasó a ser el dialecto de prestigio, este cambio sólo afectó a los lugares más en contacto con Castilla: las capitales de los virreinatos, los alrededores de la Ciudad de Méjico y de Lima, principalmente, que son los lugares que más ‘castellano’ hablan. Los lugares más alejados, con menos contacto, hablan aún hoy una lengua que más podríamos llamar ‘andaluza’ que ‘castellana’… lo podemos oír en Santiago, en Buenos Aires, en Sucre, en Cartagena de Indias…
Y respondido eso, paso al segundo tema que mencioné en mi anterior artículo, ¿creo que el andaluz debería escribirse con la ortografía castellana, o necesitamos una nueva?
No vería ningún problema en escribir el andaluz con la ortografía castellana… si no nos estuvieran siempre negando nuestras características. Si la ortografía tuviera más en cuenta nuestras particularidades gramaticales y no sólo las castellanas, no habría problema en seguirla. Por ejemplo, si nos dejaran enseñar a nuestros niños que las s finales no se pronuncian, que s y c/z suenan exactamente igual, que la h no siempre es muda, que la d entre vocales es correcto enmudecerla… nuestra lengua (la andaluza) se parece lingüísticamente mucho al francés en su evolución, y tomando esta medida, la correspondencia ortografía-pronunciación sería como la del francés: una escritura fácil de descodificar, aunque difícil de codificar.
¿Valdría la pena? Se puede debatir mucho tiempo sobre este tema. Tiene ventajas e inconvenientes. Como ventajas, veo el acceso al gran catálogo de literatura ya existente en castellano y la que se pueda escribir en un futuro; del mismo modo, no habría que volver a reescribir (traducir) las obras castellanas y andaluzas escritas hasta este momento. Desventajas… lo que ya he dicho, que la ortografía y la pronunciación no tendrían una equivalencia fonética, y eso haría más difícil escribir correctamente. Sin embargo, eso ya ocurre. Los niños andaluces tienen una dificultad mayor que los castellanos para escribir, por la falta de equivalencia fonética. Lo que cambiaría sería que al menos no los veríamos vacilar respecto a cómo hablar.
Lo que sucede hoy en día no es eso, no obstante. Los andaluces seguimos en esta situación en la que nuestra lengua no se respeta y se nos sigue ridiculizando. Y esta situación nos mueve a querer definir nuestra lengua de manera independiente a la castellana. Si ellos no nos aceptan como somos, tendremos que hacer nuestro camino. Y eso quiere decir una nueva ortografía, propia nuestra, sin tener que consensuar nada con quien no nos ha querido reconocer.
Me alegro de que la Sociedad para el Estudio del Andaluz esté trabajando tanto en este tema… quizá en veinte años tengamos nuestra lengua bien normativizada y estandarizada, como para luchar por un reconocimiento completo.
definitivamente el caló reblandese lah neuronah
ResponderEliminarUna aportación tan inteligente como valiente, señor Anónimo. Permítame aconsejarle que se ahogue en su propio vómito.
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