Estoy en "mi casa" en Cádiz y una conversación un tanto... crispante me ha hecho pensar en este tema.
Aquel que emigra pasa por determinadas etapas. Al principio simplemente eres distinto y sólo piensas en lo poco que encajas. Sin embargo, es lógico, porque estás acabado de llegar.
Pero luego eso se transforma en un sentimiento de deslocalización que es muy característico, que sólo conoce el emigrado. Un sentimiento de no ser de ninguna parte, de no sentirse en casa en ningún lugar. De que siempre falte algo.
Al cabo del tiempo, ves que el lugar de donde vienes ya no es el mismo que conocías, puesto que ha evolucionado, ha cambiado. Sin ti, por supuesto. Y ahí te das cuenta de algo muy obvio, pero que no es agradable de pensar, que no hacías falta, y que tu casa ya no es tu casa.
En el lugar adonde has llegado no conoces nada, eres el extranjero y el desinformado. Al principio es raro, pero una vez que te has convertido en extranjero también en el lugar que considerabas tu tierra, acabas acostumbrándote y resignándote. Enhorabuena, te has convertido en el eterno extranjero.
Yo soy uno más de esos eternos extranjeros, que no son de ninguna parte. Fui gaditano y siempre lo seré por dentro, pero San Fernando ya no es mi casa.
Y ante esta situación, para sobrevivir hay que adaptarse. Así que si hay que ser sevillano, pues ningún problema, manos a la obra.
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