Cuando hice primero y segundo de alemán en la EOI de San Fernando (cursos 99/00 y 00/01, respectivamente) mi profesor fue un chico español, de Valladolid. Y bueno, los que me conocéis un poco sabéis que ese hombre marcó mi vida de una manera bastante importante, es uno de los cuatro profesores que tengo en mi altar particular (si queréis, otro día os hablo de los otros tres). Os hablaré un poco de él.
Medirá más o menos 1,70 m. Tiene el pelo muy liso, moreno; en Alemania lo tomaban por albanés. De aspecto es corriente, no llama demasiado la atención, salvo a los que nos fijamos en cosas menos visibles.
Como profesor es un punto y aparte. Es atípico, sí. Tiene un acento totalmente neutro (no se le nota su procedencia, habla totalmente estándar), por lo cual a algunos les cuesta entenderlo. No te hablará ni una sola palabra en castellano en todo el tiempo de clase, y hará como si no te entendiera si te diriges a él en castellano. Es muy insistente con los que no se atreven a participar, a veces superando los límites de algunos demasiado sensibles. La frase del título, Lüg mich an, significa "miénteme", porque prefería que le mintiéramos a que le dijéramos que no habíamos hecho nada en el fin de semana.
Quizá por todo esto he tenido compañeros que hablaban pestes de él y que apenas lo soportaban. Pero pocos se fijan en que haciendo un pequeño esfuerzo para seguir su ritmo, después el trabajo da muchos más frutos. Gracias a él y a la costumbre que adopté de fijarme en los detalles, me fui de Erasmus a Alemania y no me desesperé por culpa del idioma, que puede ser muy frustrante a veces. Y por eso lo recuerdo con tanto cariño.
Cuando terminé segundo pensé que no volvería a verlo, que se quedaría destinado fijo en la EOI de Córdoba. El lunes descubrí que será mi profesor de alemán durante este año, que ha vuelto a San Fernando. Este año más que nunca, lamentaré tener prácticas por la tarde en la Universidad.
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