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lunes, 23 de enero de 2023

Los juegos del hambre

Como ya todos sabéis, Los juegos del hambre es mi saga preferida. Este fin de semana he tenido la oportunidad de volver a ver las películas (tengo pendiente volver a leer los libros, ya sería la cuarta vez) y, a pesar del miedo que tenía de perder el gusto por la saga, al contrario, me ha parecido igual de brillante que al principio, con el añadido de darme cuenta de cosas que no había visto anteriormente.

Quiero comenzar con una reflexión que leí en Twitter, y es que es una saga que han categorizado como literatura juvenil porque la protagonista es una chica adolescente. Es el único motivo. Pero tanto el tema como la profundidad de los personajes no tienen nada que envidiar a mucha de la literatura adulta.

En general, la obra me cautiva porque pienso que tiene muchas lecturas. Tiene una lectura romántica, muy básica, una lectura emocional/psicológica y una lectura política, y las tres se entrelazan entre sí.

Por un lado, la lectura romántica es muy básica, muy simple... y aún la han simplificado más en las películas, en relación con como salen en los libros. En las películas, chica adolescente con dos intereses amorosos que no sabe por quién decidirse. En los libros, como de costumbre, esta historia tiene muchos más matices: es una chica adolescente, sí, con dos chicos que le hacen gracia, pero también atada por las circunstancias en que vive: la obligación de mantener a su familia (madre y hermana) y la firme convicción de que no tendrá hijos porque no quiere verlos morir en un espectáculo televisado. Estas dos circunstancias la alejan de cualquier posibilidad de involucrarse con ningún chico, lo cual, además, no está ni en su lista de prioridades.

La lectura psicológica es un poco más oscura. El libro nos hace acompañar a los protagonistas por un montón de situaciones límite, durísimas, de las cuales salen como pueden. Verse separados de sus familias, enviados a morir o matar a unos juegos televisados en nombre de la paz y la estabilidad política, darte cuenta de que el resto de tu vida estará hipotecado por estos juegos, y ser utilizados tanto por el gobierno como por la oposición en el conflicto político y la guerra que se desencadena. Tanto Katniss y Peeta como los demás tributos muestran maneras diferentes de enfrentarse a estas situaciones.

Leí en Twitter que realmente Los juegos del hambre es un tratado sobre el síndrome de estrés postraumático y pienso que tiene mucha razón. Sé poco de psicología y menos aún de estrés postraumático (más allá de lo que he vivido), pero pienso que la manera en que el libro te transmite la ansiedad y el miedo está muy conseguida. Ya no solo la manera en que la vive Katniss, que —recordemos— es quien narra la historia, sino por lo que cuenta sobre los demás personajes.

En tercer lugar, la lectura política quizá no me satisface tanto como la psicológica, pero también es muy jugosa. Estado totalitario que se sostiene en la explotación de una gran parte de la población para mantener los estándares de vida de una minoría. Esa mayoría se rebela y se subleva, pero los líderes de la rebelión solo la usa para sus intereses. El mensaje final del libro, desvelado en la conversación entre Katniss y Snow y el enfrentamiento final con Gale, no sé si lo veo más anarca o primitivista: tanto el gobierno como el movimiento que intenta derrocarlo están igual de podridos y tienen el mismo poco respeto por la vida.

Un amigo comentó en Goodreads que el final le parecía deprimente. (Por suerte, es el único spoiler que me comí, así que hasta que no acabé el libro no sabía a qué se refería, solo sabía que había algo deprimente, jaja). No puedo estar de acuerdo, o quizá porque no contemplo que pueda haber otro final, al menos en cuanto a desarrollo del personaje. Está claro que los acontecimientos son dramáticos. El hilo que empuja a Katniss durante toda la novela, que es el bienestar de su hermana Prim, se desvanece casi al final. ¿Podría no haber pasado? Claro, pero la autora lo decidió así. Y teniendo en cuenta eso, es normal que ella acabe loca y desquiciada. Que acabe en una relación con Peeta, que ya se había vuelto loco antes por culpa del Capitolio, era una consecuencia lógica; sin duda, lo que no podía pasar era que acabara con Gale, que -probablemente- era en parte responsable de la muerte de Prim. Y que estuviera sola habría sido mucho más deprimente: no creo que hubiera durado viva mucho más tiempo.

Con todo, ver las cuatro películas me ha dejado con ganas de volver a leer los tres libros, que tienen muchos más detalles y la historia es mucho más profunda que en las películas. Ahora me toca elegir en qué idioma los quiero leer (¡ya los he encontrado en serbocroata, pero aún no tengo nivel para leerlos!).